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miércoles, 10 de abril de 2019

Sobre la imagen social del profesorado, por Jesús Rubio Jiménez

Sobre la imagen social del profesorado, por Jesús Rubio Jiménez, orientador del IES El Tablero de Córdoba.

Como corresponde a su interés social, la educación es un tema recurrente en los medios de comunicación. No obstante, en muchas ocasiones recibe un tratamiento superficial y poco realista. Tanto en el ámbito periodístico como en la discusión pública, tengo la impresión de que el discurso educativo se está forjando en torno a ciertos lugares comunes que deforman la percepción del fenómeno al que se refieren presentándolo de una manera simplista y poco clarificadora. Los estereotipos cuentan con la fuerza de la simplicidad y la repetición, que termina concediéndoles un simulacro de evidencia. Un ejemplo son los clichés usados para describir a los docentes, que de tan repetidos terminan estableciéndose como imágenes canónicas usadas para pensar o hablar acerca de los maestros y profesores. Voy a centrarme en dos de ellos que, aunque suponen valoraciones muy diferentes del profesorado —una denigradora y la otra laudatoria—, comparten la desventaja de ser versiones estereotipadas o caricaturizadas de la realidad. El primer cliché es el del profesor como profesional desmotivado; el segundo, el del profesor vocacional.
El docente desmotivado.
Hace unos días podía leerse en la web del diario El País un titular bastante llamativo: «La falta de formación y motivación de los profesores de música impide aprovechar las tecnologías disponibles». El titular era evidentemente malintencionado y no tenía mucho que ver con los datos del estudio al que hacía referencia (el titular era tan desafortunado que si ahora entramos en la noticia lo encontraremos modificado. La nueva versión es algo más suavizada, pero sirve igual a nuestro análisis: «La falta de formación y motivación limita el uso de las tecnologías disponibles para enseñar música»), pero no es eso lo que nos interesa aquí. Lo muestro más bien como ejemplo de un cliché especialmente dañino que se ha hecho habitual en nuestros medios y que consta de dos afirmaciones sencillas: «la tecnología ofrece solución a muchos de los problemas del sistema educativo / la falta de vocación e interés del profesorado frena el desarrollo de estas soluciones». Debo decir que a mí ambas proposiciones me parecen falsas, pero, aunque la primera fuese cierta (algunos de mis compañeros docentes así lo creen), la segunda no lo es en absoluto. Tan es así que las tecnologías que están logrando implantarse con mayor éxito en los centros educativos lo están haciendo a costa del esfuerzo de un profesorado que no recibe ni los recursos ni la atención necesaria por parte de la administración. Si hoy en día las faltas de asistencia o las notas de nuestros hijos se recogen instantáneamente en una plataforma informática a la que podemos acceder desde el móvil (así ocurre en muchos centros andaluces a través de iPasen), no es precisamente porque la administración educativa haya dotado al profesorado de dispositivos móviles para ello. Cada docente utiliza su «aparatito» personal y dedica tiempo extra para que esto pueda ocurrir. La imagen del docente desmotivado es, como todo estereotipo, un artefacto útil para justificar ciertos discursos. La sola idea de intentar representar a un número enorme de personas como un colectivo relativamente homogéneo es absurda. Pero es que, además, se da el caso de que hablamos de una profesión que, por sus características, tiende a verse obligada suplir las deficiencias de su puesto con determinadas concesiones personales: hace poco leía a una profesora preguntar en su cuenta de twitter cuántos de los docentes que la seguían habían comprado material de su propio bolsillo para usar en clase; aunque se trate de pequeños gastos sin importancia, creo que casi todos responderíamos afirmativamente. Con el tiempo de trabajo ocurre algo parecido: la enseñanza es un sector en el que es fácil involucrarse hasta el punto de ocupar parte de nuestro tiempo personal. Hagamos una prueba. Estoy escribiendo estas líneas en mi casa la noche de un sábado después de haber acostado a mis hijas (sí, ya sé que no es un plan muy interesante para la noche de un sábado, pero qué quieren que les diga, los hay peores). ¿Habrá profesores realizando tareas propias de su trabajo en estos momentos? Aunque no tenemos forma de saber quién está corrigiendo exámenes o preparando clases, sí que puedo conocer el número de personas que están registrando notas o escribiendo informes oficiales, pues para ello deben conectarse a la plataforma Séneca. Así que accedo a la plataforma y… el sábado 30 de marzo, a las 22:45 de la noche, hay 2304 usuarios conectados. Trasteando un poco encuentro otro dato interesante: en el día de hoy (recordemos que es sábado) se han generado 3176 documentos en la plataforma Séneca. Parece que sí hay quien dedica parte de su tiempo libre a cuestiones laborales.
La imagen del profesor como alguien acomodado y desfasado ha sido promovida de manera irresponsable por políticos y medios de comunicación con distintos intereses (desde fomentar la venta de determinadas tecnologías a desprestigiar a colectivos políticamente incómodos), y suele acompañarse de un elemento adicional: el recelo ante la observación/evaluación de su trabajo. Precisamente hace unos días leía el siguiente tuit de El País-Educación: «Paulo Santiago, de la OCDE, cree que uno de los grandes problemas de la educación en España es el miedo de los docentes a abrir las puertas del aula. Una especie de aversión a la supervisión externa». La persistencia en esta caracterización de los profesores como personas reacias a la supervisión es algo que me causa una gran perplejidad, ya que en ninguno de los trabajos que he desarrollado antes de dedicarme a la enseñanza he notado tanto control como en este. En primer lugar, y centrándonos solo en la acción docente, los profesores desarrollamos gran parte de nuestra labor en un espacio social —el aula— donde unos 25 ó 30 estudiantes están (algunos más, otros menos) pendientes de nosotros. Estos chicos a su vez hablan de su experiencia en clase con otros compañeros, con otros profesores, con sus familias, etc. Por otro lado, las aulas no son espacios herméticos que flotan en el espacio al modo de la famosa Tardis de Dr. Who; se trata de habitáculos situados unos junto a otros y relacionándose dentro de un espacio más amplio del que forman parte. No es extraño que los profesores sepamos qué está ocurriendo en las distintas aulas del pasillo en que nos encontramos, como tampoco lo es que colaboremos o participemos con otros compañeros. Debo decir, además, que en pocos trabajos ocurre con tanta frecuencia que las puertas estén abiertas de par en par (yo me acuerdo de cerrarlas cuando me molesta el ruido de las clases circundantes, por ejemplo). Pero además de este entorno que a mí me parece incompatible con el hermetismo, ocurre que el profesorado es actualmente un profesional controlado por un buen número de instancias: además del «control» no formal que podemos tener de estudiantes, familias y compañeros con los que trabajamos, hay una supervisión formal y explícita de los equipos directivos, la inspección educativa e incluso agencias de evaluación (en Andalucía ha sido la AGAEVE en estos últimos años).
El docente vocacional.
Frente al estereotipo del profesor desmotivado aparece el del docente vocacional. En la imaginería social, el docente vocacional es un caso atípico; es alguien que se enfrenta al resto del profesorado, un lobo solitario que carga sobre sus espaldas la dignidad de la profesión en su esforzado intento por transformar la vida de sus alumnos.
La figura del profesor vocacional es recurrente en el ámbito de la ficción. El club de los poetas muertos, Diarios de la calle, Los chicos del coro, Mentes peligrosas, casi cualquier película que nos venga a la mente relacionada con la educación hace uso de este perfil en el que la profesión ocupa toda la vida. No es raro que estos personajes vivan solos y no cuenten con otros intereses u obligaciones (¡la profesión es su vida!). A veces incluso rompen con pareja y amigos por no entender los demás esa dedicación a tiempo completo con su misión educadora. Estos personajes no tienen hijos que cuidar, no atienden a familiares enfermos ni visitan a amigos, no viajan ni viven experiencias que les alejen de su preocupación principal; todo su esfuerzo está en resolver, de una vez y para siempre, los problemas de un puñado de chicos cuyas vidas se verán trastocadas por su trascendente labor. Pero ocurre que la vida real no tiene la épica de la ficción; es un terreno prosaico pero complejo donde las leyes de la narrativa no funcionan del todo bien. El estereotipo del profesor vocacional no es un perfil realista y, desde luego, sus resultados no son, en la compleja trama de la realidad, tan predecibles como lo son en la ficción.
Es fácil caer en el elogio del docente vocacional: leemos una noticia en la que se cuenta que un profesor ha dedicado el verano a rodar un corto con sus alumnos y nos emocionamos con su ejemplo; nos cuentan que una maestra está ofreciendo clases de repaso por las tardes y sentimos admiración; yo mismo he presentado unas líneas más arriba algunos datos de profesores trabajando un día no laborable de una manera más o menos elogiosa. Sin embargo, me parece que aquí hay una trampa peligrosa. La apelación a lo vocacional tiende a ser una simple coartada para atacar nuestros derechos laborales: ¿Que echas más horas de las que debes?, es lo que tiene dedicarse a una profesión vocacional; ¿que no cuentas con los recursos mínimos para desarrollar tu trabajo?, si te apasiona lo tuyo puedes sacar de donde no hay. Y así con todo. Dejémoslo claro, si el buen desempeño de una profesión consiste en dedicar tu tiempo libre a ella, si consiste en reducir tu vida familiar o tu lícito tiempo de ocio, me parece que entonces no estamos hablando de una profesión, sino de otra cosa.
Conclusión.Hemos visto cómo el discurso público suele hacer uso de determinados estereotipos que en cierto modo desnaturalizan el sentido de la profesión docente convirtiéndola en algo diferente, en una versión caricaturizada que nos aleja de las complejidades de lo real. Estas caricaturas (ya sea en su versión satírica o en la elogiosa) sirven de apoyo a discursos más interesados en culpabilizar o demonizar al profesional de la docencia que en comprender o mejorar su desempeño. Frente a las caricaturas de la abulia y la vocación, creo que es más útil y realista hablar de profesionales. Los medios harían bien en dejar de intentar plasmar relatos sobre santos abnegados por un lado, y pícaros indolentes por otro, para simplemente tratar describir en qué consiste la profesión docente. Quizás desde esta perspectiva dejaríamos de lado estas imágenes personalizadas que no nos llevan a ningún sitio y para empezar a pensar en aspectos más estructurales y útiles: qué requisitos se exigen o no para desarrollar la profesión, qué espacios y qué condiciones son preferibles, qué herramientas y tecnologías son prioritarias y cómo se implementan, etc., etc., etc.

jueves, 21 de marzo de 2019

Convivir: la importancia de educarse en valores, por Pepe Cantillo


Convivir: la importancia de educarse en valores, por Pepe Cantillo, catedrático de filosofía y antiguo asesor en el Centro de Profesorado de Torrent (Valencia).

Previo a entrar en materia y puesto que educar en valores implica aceptar una serie de normas morales, acoto qué supone ser moral, inmoral o amoral. La RAE define moral como “doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican”.
Las personas morales son aquellas que actúan razonando sus decisiones para poder justificar su comportamiento. Por el contrario la persona inmoral conoce las normas y valores sociales, pero solo los cumple si le conviene. Es decir, vive de espaldas a dichas normas y las infringe buscando solo el interés personal. La persona amoral no considera necesario justificar sus acciones, por lo que vive al margen de las normas por creerlas “desprovistas de sentido moral” (sic). Le es indiferente cualquier tipo de moral.
La persona desmoralizada es aquella que ha perdido (ha renegado de) el valor de las normas por contagio con otras personas o por falta de coraje, razón por la que ha errado el camino que orientaría su vivir. Desmoralizar subsume la presencia de un tercero capaz de “corromper las costumbres con malos ejemplos o doctrinas perniciosas” (sic). Vulgarmente entendemos por estar desmoralizados cuando se produce en la persona un malestar, una caída de ánimo, un desinterés, un “abandono de sí mismo o de las cosas propias” (sic).

Doy paso a la importancia de los valores tanto para la persona como para la sociedad en la que vivimos. Los valores son referentes de actuación moral dentro de cada sociedad. Dichos valores los “incorporamos a la propia manera de ser, de pensar y sentir” desde la familia que es la base de todo comportamiento (positivo o negativo). Son interiorizados por mímesis (imitación) del modelo parental.
Los valores morales se refieren al conjunto de normas (y costumbres) propias de una sociedad. Dichos valores establecen la diferencia entre la actuación correcta y la incorrecta o negativa. Honradez, respeto, responsabilidad nos dan pista de entrada para ser morales.
Los valores sociales regulan las relaciones interpersonales dentro de cada comunidad. En su conjunto son aquellos que perfilan por dónde debe discurrir el recto proceder social que se espera de las personas pertenecientes a una comunidad. Su finalidad es mantener el equilibrio en el conjunto de individuos que integran dicha sociedad. Como ejemplo pueden valer la lealtad, tolerancia, solidaridad y pacifismo.
En resumen, los valores nos ayudan a construirnos y realizarnos como personas. Frente a los valores positivos están los negativos o contravalores que nos restan parte de nuestra dignidad como personas…
Englobando los campos citados, valores básicos serían los siguientes: libertad, amor, paz, justicia, responsabilidad, honestidad, equidad, respeto, generosidad, gratitud, empatía, amistad, verdad…, entre otros muchos. Éste es el desafío.
La importancia de educar, educarse y dejarse educar es el desafío del s.XXI ¿Por qué? Hemos perdido una cierta valoración del yo personal y del tú social, lo que nos lleva a una situación de manga ancha (laxitud moral) que nos impide ser personas completas. El desafío es reponer y reparar parte de todo ese conjunto de valores que hemos dejado de lado por comodidad, porque nadie nos dijo por dónde y hacia dónde caminar.
La escuela no tiene, ni puede, ni debe tener la exclusividad de la educación. Es un pilar más para educarnos y sostener el edificio de la persona y de la sociedad en la que se desenvuelve. La escuela, en determinados aspectos, en educación moral por ejemplo, debe remachar lo positivo que ya sembraron y floreció en el seno familiar. 
Finalidad de la educación en valores: reforzar el pensamiento crítico de los escolares es el gran reto de nuestro sistema educativo aun al margen del sistema político. ¿Razones? El objetivo es conseguir ciudadanos autónomos con conocimientos, actitud crítica y responsable donde cada cual cumpla con su cometido.
La moderna sociedad subrepticiamente nos prepara para no pensar y así vivir en rebaño. Partido político que sube a gobernar quiere dejar constancia de su paso, razón por la que tenemos leyes educativas que no les dio tiempo a madurar.
Hay crisis de valores provocada por una serie de factores, desde que nos dejamos llevar por la manga ancha pensando que todo el monte es orégano; es decir, creyendo a pie juntillas (firmemente) que todo nos está permitido, que la vida es un suspiro y hay que vivirla a tope, caiga quien caiga.
Frente a este tipo de planteamientos, los valores son asumidos como un bien para la realización y desarrollo personal y se identifican con lo bueno, lo perfecto, lo valioso. En la otra cara está lo malo entendido como ausencia de bien y que a la postre reporta maldad contra los demás y contra uno mismo.
Valga de ejemplo la sociedad en la que vivimos. A estas alturas no es un secreto para nadie que el tablero de lo público lo tenemos revuelto y convulso en lo referente a una serie de valores que hasta no hace mucho creíamos que estaban a salvo de la carcoma. Honradez, veracidad, responsabilidad o cumplir con la palabra dada eran referentes éticos en nuestro entorno.
Dichos valores los admirábamos, a la par que los imitábamos, desde los modelos ofrecidos y transmitidos por el entorno social. Por contra, en los tiempos que corren sólo oímos hablar de corrupción, fraude, falsedad, mentiras gordas como piedras de molino que, poco a poco, van oscureciendo el panorama.
¿Para qué sirven los valores? Para crecer y educarnos como personas responsables, justas y competentes moralmente.
Los valores éticos regulan la conducta de los individuos como miembros del conjunto humano. Dichos valores son de carácter más universal, por ejemplo la verdad, la justicia, la libertad, la felicidad, entre otros. Los valores éticos están en crisis, siempre lo han estado, porque nunca logran alcanzar la meta deseada y carecen de importancia si los comparamos con los espejismos que parecen dirigir nuestras vidas (éxito, dinero, placer…). Por suerte esa insatisfacción nos recuerda que no solo vale lo que produce dinero. Los valores que inspiran los Derechos Humanos y fundamentan las Constituciones políticas son aceptados como universales: igualdad, la vida, la paz, la libertad. Otro cantar es que se cumplan.
¿En qué valores educar? En aquellos que nos permitan vivir buscando la posible felicidad como sujetos concretos; que nos preparen y enseñen a compartir con otros sujetos y en tercer lugar que nos permitan con-vivir con personas cercanas, tanto autóctonas como venidas de otros lugares.
En resumen, los valores positivos ayudan a construirnos y realizarnos como personas. Frente a dichos valores positivos están los negativos o contravalores que nos restan parte de nuestra dignidad como personas…
Dejo unas referencias de posible material para trabajar en distintos niveles educativos. “El Convivenciario. Cuentos_con_valor”, ofrece un material didáctico y lúdico con el que aprender a convivir mejor. Cito algunos valores para trabajarlos en clase: amistad, respeto, igualdad, solidaridad, sinceridad, agradecimiento, empatía, responsabilidad, humildad, confianza… A cada valor le acompaña un cuento como material base. Su autor, Juan L. Onieva también ha publicado “El diario de la convivencia en clase”.
Posibles técnicas de trabajo de carácter general para emplear en clase y según el nivel:
- Clarificar valores partiendo de frases inacabadas: la meta de una persona honrada es…
- Diálogo clarificador obligando a reflexionar sobre ello: ¿eso es algo que aprecias?
- Lista de valores: ordénalos de mayor a menor importancia para ti. Explica por qué.
- Discusión de dilemas morales: señalar valores en juego, toma de posición ante un valor.
- Cine fórum con ulterior discusión en grupo y posible redacción matizando los valores.
- Postura crítica partiendo de la comparación de una noticia en varios digitales.
- Algunas otras técnicas a utilizar: Phillips 6/6. Torbellino de ideas. Estudio de casos. Sobre el trabajo con cuentos remito a El Convivenciario. (*)

(*) ¡Ojo! a los derechos de autor. 7 propuestas para trabajar la convivencia en el aula. Descárgalo gratis en edesclee.info con el código: 7PROPUESTAS2961


miércoles, 24 de octubre de 2018

La línea móvil-NOT, por Rafael Japón

La línea móvil-NOT, por Rafael Japón Luján, profesor de Física y Química del IES Antonio Galán Acosta de Montoro.

Corría la bella década de los veinte cuando los franceses empezaron a temer que los alemanes, que les partían la boca cada cierto tiempo, volvieran a las andadas más pronto que tarde. Entonces, André Maginot, un veterano de guerra que en aquellos tiempos ejercía de ministro de Defensa, tuvo una gran idea: levantar cuatrocientos kilómetros de trincheras y fortificaciones a lo largo de la frontera franco-germana. Esta bacanal de hormigón y búnkeres protegería a los culos gabachos de la metralla alemana que, como el de Maginot, salieron bastante chamuscados de la Gran Guerra. Esta enorme puerta —cerrada, se entiende— al campo se medio terminó a la vez que los nazis se armaban hasta los dientes, por lo que todo el pueblo francés aplaudió el invento y suspiró de alivio, tranquilos al imaginar que Hitler se estamparía una y otra vez contra el muro de Maginot. Pero, claro, Alemania no se había quedado anclada en el pasado, y en su maquinaria bélica brillaban los tanques y los aviones. Además, como los belgas eran amigotes que chapurreaban el francés, y como la obra costaba un pastizal tremendo, no se construyó muro por ese lado. Lo que terminó ocurriendo ya es sabido: los nazis invadieron Bélgica con una mano atada a la espalda; cruzaron la frontera por los, a prori, inescrutables bosques de las Ardenas; y acorralaron a los franceses en su propio muro. Desde la Línea Maginot no se disparó ni una sola bala y quedó para la historia como uno de los fracasos estratégicos más grandes de todos los tiempos. Hoy día, lo que queda, se sigue pudriendo a lo largo del oriente francés.
Ya sabemos que el hombre es el bicho que tropieza dos veces en la misma piedra. El actual presidente de la República, Macron, está intentando construir otro muro a lo Maginot prohibiendo, por ley, el uso de los teléfonos móviles en las escuelas. La medida, por lo visto, fue aplaudida por la mayoría de ciudadanos, profesores incluídos, lo que le reportará a Macron un buen número de votos en las próximas elecciones. Los franceses se sienten seguros con la nueva Línea Macron, en este caso digital y base de decreto, no de hormigón como la de Maginot.

También sabemos que el español es el hombre que copia, en caso de duda, todo lo francés. Desde la publicación de la prohibición por parte de nuestros vecinos del norte, hordas de indocumentados piden copiar la restricción francesa, cuando no aumentarla. Más de uno y de dos profesores me han asegurado que la utilización de los teléfonos móviles en la educación es una aberración y que, de extenderse, la escuela se convertiría en un ente incontrolable, algo así como una sodomogomorrización a lo bestia. Es inaudito cómo un profesor, una persona formada, puede pensar a estas alturas que un muro va a parar el miedo. Si en general los muros son estériles, ¡qué decir de un muro contra las ondas! Algunos de ellos no solo se contentan con dejar los aparatos fuera de sus clases (algo totalmente respetable y entendible: su autoridad académica y magistral manda), sino que tiran de un vomitivo paternalismo para empujar sus prohibiciones y extenderlas al resto del profesorado. En mi centro, por ejemplo, se votó en Claustro una propuesta en la que se prohibía el uso de los móviles para fines educativos en la ESO. Es decir, que yo no puedo hacer un Kahoot si no pierdo tres cuartas partes del tiempo de la clase en ir a por los carritos de los portátiles, con todo lo que eso conlleva. Es la productividad, amigos, la que se mira pero no se toca. Por cierto, desde que la prohibición está vigente, no hemos evitado ninguno de los inconvenientes que nos pueden traer los móviles, porque los chicos, ya lo ponga en la Piedra Roseta, los siguen trayendo al centro. Recientemente, un profesor fue grabado mientras daba clase, algo que según los antis no iba a volver a pasar con la prohibición...pero esta es otra historia. En cualquier caso, si los niños van a seguir teniendo el móvil en el bolsillo, ¿por qué no usarlos para mejorar la metodología?
Pero qué se le va a hacer. La indignación del principio fue pasando y se va asumiendo la situación. Sin embargo, es el día a día en las salas de profesores de cualquier centro educativo, o mi experiencia impartiendo cursos de formación, lo que te da la clave. Poco a poco, con un comentario de aquí y otro de allá te vas dando cuenta cuál es el principal problema de toda esta historia: el quid de la cuestión es que los docentes no tienen ni idea del manejo de un móvil. Es evidente que la generalización, como todas, es injusta, pero en este caso solo con unos pocos. Yo pensaba, hasta hace poco, que quién mejor que nosotros para enseñar a los niños el buen uso de esta tecnología, pero me he dado cuenta de mi error. Muchos de ellos cogen el teléfono como cogería mi tatarabuela una pastilla de Avecrem. Tengo el móvil petado, no me va el Whatsapp, eso del Classroom qué es lo que es...eso sí, mandar memes sabe hacerlo todo el mundo. Mi móvil es que es muy viejo y ya no va bien, me dijo otro hace poco con aparato mejor que el mío, que aún estaría en garantía.
Es de alabar el generoso esfuerzo que se está realizando desde los CEP, con su buena oferta de formación, para que se vaya perdiendo el miedo. Espero y deseo que dentro de poco nos acordemos de las prohibiciones como se acuerdan los franceses de su Línea Maginot: con un poco de vergüenza y tratando de volver a olvidarla. Porque el futuro es imparable...y ya está aquí.

martes, 19 de junio de 2018

Dejad de tratarlos como niños, por Pablo Poo Gallardo

Dejad de tratarlos como niños, por Pablo Poo Gallardo, profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Padre Poveda de Guadix.

Hoy he confundido el examen de selectividad de Fundamentos del Arte con uno de Primaria. Y no me refiero a la imagen de Disney que aparecía, el Pato Donald forma parte de la historia del arte tanto como el toro Farnesio o la Loba Capitolina, sino a la manera en que estaba construida la pregunta.
Rezaba así:
3. Observe las siguientes imágenes y complete en los párrafos correspondientes las palabras que faltan: (2 puntos máximo):
3B. El personaje de la imagen es _______ creado por ________, productor, director y una de las figuras más relevante del cine de ___________ infantil. Fue fundador de la factoría __________.

En la imagen 3B, como no podía ser de otra manera, aparecía el Pato Donald en una simpática y tierna pose (y “cómplice”, en caso de que fuera, en lugar de profesor, redactor del HOLA).
Gran parte de los que nos dedicamos a la enseñanza asistimos impotentes, cada curso académico, a una bajada progresiva del nivel de conocimientos y exigencia que les pedimos a nuestros alumnos. La ley educativa, esa que redactan los que no han pisado un aula en su vida, nos ata las manos y nos obliga a vivir a la deriva de las ocurrencias políticas de turno.
La paradoja, que comentaba ayer, precisamente, en clase con mis alumnos, es brutal: se baja el nivel de conocimientos como técnica burda, pero efectiva, para acabar con el fracaso escolar. Se eleva el peso que, en la evaluación, tiene todo aquello que no sea un examen (entregas, lecturas, etc…). Como cada vez se exige menos, el alumnado cada vez es más vago, luego no entrega, como debiera, esas entregas y lecturas que sustituyen al antiguo peso que tenían los exámenes.
¿Conclusión? Caen en la propia trampa del desmantelamiento del nivel académico en España: cada vez saben menos porque los currículos cada curso exigen menos contenidos. Como están acostumbrados a pasar de curso haciendo lo mínimo posible, dejan de esforzarse en esas entregas, lecturas o como lo quieras llamar que, a la postre, son las que salvan la baja nota de los exámenes.
Obviamente, en esto, los profesores tenemos mucha culpa. Lástima que no demasiados lectores hayan llegado hasta estas líneas y estén ya afilando sus cuchillos en los comentarios de las redes sociales. La ley te impone las cartas de juego. Pero eres tú, como docente, quien decide cómo jugarlas.
Claro que, a la postre, el alumno no tiene de tonto un pelo. Sabe que para contestar a esa pregunta 3 no hay que matarse a estudiar. Muchas veces comparo a mis alumnos con Ferraris. Les digo que lo que el sistema educativo hace con ellos es como comprarse el último y más potente modelo de Ferrari para ir, exclusivamente, a hacer la compra al hipermercado de las afueras. Ese coche puede dar mucho más de sí. Mis alumnos pueden dar mucho más de sí. Ese motor, de no usarlo correctamente, de no hacerlo trabajar al régimen adecuado de revoluciones, se va a gripar.
En cierta manera, no puedo dejar de ver esto como una estafa a la juventud, que sale de nuestras aulas con un nivel, no solo ya formativo en lo académico, sino también en lo personal: asunción de responsabilidades, aceptación de normas de convivencia… que deja mucho que desear.
Muchos de mis alumnos, como esos Ferraris, entran en Bachillerato gripados, y solo tenemos dos años para ponerlos al día. O teníamos, porque viendo cómo se preguntan ya las cosas en selectividad, cualquier cosa te puedes esperar.

jueves, 31 de mayo de 2018

Dando pasitos hacia la igualdad, por Inma Ruiz Arana

Dando pasitos hacia la igualdad, por Inma Ruiz Arana, maestra de Pedagogía Terapéutica en el IES Cumbres Altas de Nueva Carteya.

Metidos de lleno en el mes de mayo escolar, el curso se va acabando y en él se acumulan los exámenes, las reuniones y burocracias correspondientes. Me pidieron que recopilase fotos para la revista de este curso en el I.E.S Cumbres Altas de Nueva Carteya, imágenes sobre las actuaciones del Plan de Igualdad en nuestro instituto en este curso 2017/18. Pero he querido dar un paso más allá escribiendo este artículo.
Cuando apareces por un instituto pequeño y vienes para quedarte un tiempo indeterminado, te acaban tocando coordinaciones, planes y proyectos de obligado cumplimiento en nuestros I.E.S, responsabilidades varias para que el centro funcione, y hay que repartirse el trabajo de manera cooperativa.
En mis inicios no sabía mucho sobre coeducación, había participado en dichas actividades en mis anteriores destinos, celebraciones muy puntuales en torno al 25 de noviembre y 8 de marzo. Pero mis conocimientos sobre igualdad eran los lógicos que toda persona conoce por cultura general. Me cuestioné: ¿qué era la igualdad?, ¿cómo abordarla?, ¿qué lenguaje oral y escrito era el más apropiado?, ¿qué hacer?, ¿dónde o cómo formarme?, ¿qué entidades podían ayudarnos con los costes del material o los talleres?...
Todas estas preguntas perseguían un objetivo claro, trabajar la coeducación desde un punto de vista practico y dinámico, no ceñirnos sólo al material de las tutorías, “cuatro vídeos y varias charlas en las que los alumnos estuviesen de cuerpo presente y mente ausente, porque no llegásemos conectar con sus intereses”.
Aunque los pasos son pequeños y casi invisibles en el tema de la igualdad, ya han transcurrido varios años desde que se instauró El I Plan de Igualdad entre Hombres y Mujeres en Educación, aprobado por Acuerdo de Consejo de Gobierno de 2 de noviembre de 2005 de la Junta de Andalucía y que caducó en febrero del año 2016. Este primer plan hacía hincapié en la necesidad de igualar los derechos entre hombres y mujeres, condenar la violencia de género, cambiar actitudes teórico-prácticas de nuestra educación tradicionalmente machista...
El II Plan Estratégico de Igualdad de Género en Educación apareció en el año 2016 y estará vigente hasta el 2021. Mantiene los principios enumerados antes, pero nos pide un cambio real: Condenar la violencia de género (usar mecanismos de denuncia), utilizar un lenguaje coeducativo, visibilizar la importancia de la mujer, su valía individual más allá del derecho normativo que habla de igualdad, facilitando su acceso a los cargos directivos o de relevancia, visibilizar a las profesionales competentes, facilitando y/o conciliando su vida laboral, personal y/o familiar. En definitiva, reconocer la importancia de la mujer trabajadora en todas las escalas sociales. Integrar en nuestras escuelas e institutos la diversidad social, las diferentes personas que eligen su género, afectivo y sexual, de manera que los colectivos L.G.T.B.I. ( Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersexuales), encuentren su lugar y no sean marginadas en ningún aspecto de tu desarrollo personal. Por último, aceptar que la sociedad cambia, las familias son cada vez más diversas, las separaciones, divorcios de las parejas, la movilidad geográfica, las nuevas familias que surgen  con el tiempo, sus elecciones personales de amor y desamor, marcan las peculiaridades afectivas de todos los integrantes de un grupo familiar.
Mi meta era y es, trabajar poco a poco los puntos enumerados antes, pero que este plan de igualdad fuese a la vez dinámico, entretenido y  participativo, por ello preferentemente optamos por talleres donde el alumnado no fuese seres pasivos que celebran las onomásticas que marca la ley con las actividades de siempre, ”carteles, dibujos y charlas poco interesantes"; caminamos un poco más allá. En los talleres de este curso se han trabajado con el alumnado todas las efemérides que marca el Plan de Igualdad. 
En este tiempo, como responsable de igualdad, veo cierta evolución en el pensamiento de los chicos/as cuando van subiendo de cursos; tienen claro qué es la violencia de género a nivel teórico, cómo es la escala de agresividad, que casi siempre comienza en el hogar, en su entorno, entre sus iguales; que existen números de ayuda como el 016, que es gratuito y que no aparece en la factura telefónica, pero sí hay que borrar manualmente de tu móvil del listado de llamadas.
Nuestros chicos/as están cada vez más enganchados/as al móvil, a las redes sociales y las nuevas tecnologías. El aspecto positivo es que pueden acceder a más lugares donde informarse o denunciar. Aunque aun no son plenamente conscientes de que la información que cuelgan en la red es siempre pública y por ello hay que preveer las consecuencias de las imágenes que se comparten, de los comentarios que se escriben en las distintas redes.
Nuestro alumnado es más consciente de sus deseos sexuales, de sus amistades y primeros noviazgos, tóxicos o sanos, primeros amores y experiencias que no serán las últimas, dada su edad. Aunque debemos mejorar mucho, muchísimo su lenguaje espontáneo, naturalmente ofensivo con todo aquel ser vivo que se salga de su convencional heterosexualidad; eliminar esos tópicos-típicos que mencionan a la familia en su vertiente más despectiva.
Podemos entre todos/as reflexionar, hacer nuestra la sílaba NO; es una palabra con pleno sentido... ¡NO!.¡DICHO POR UN CHICO/A, POR UN HOMBRE O MUJER!... ¡NO!, no puede invitar a la duda. ¡NO! es una respuesta innegociable. Cuando NO se quiere mantener sexo, o seguir con una relación afectiva, o de pareja, o de una noche, o no se desea hacer algo, hay que aceptar y respetar. No nos refugiemos en grupos de varias personas, porque entre todos esos cobardes que se apoyan entre sí, cada hecho intimidatorio que cometan es delictivo y tarde o temprano tendrá unas consecuencias legales.
El pueblo es sabio, vosotros/as sois las nuevas generaciones, demos pasos hacia una sociedad más civilizada, donde las leyes ideadas por la justicia humana no tengan dobles lecturas, donde sus conclusiones judiciales, con sus fallos y aciertos en su aplicación, sean revisadas y mejoren o cambien El caso de la manada, su escasa pena de cárcel tiene sus aspectos constructivos: ha movilizado a la gente para que se manifieste y solidarice con sus víctimas.
Tengo la esperanza puesta en vuestras acciones coeducativas, independientemente de vuestro sexo y género elegido, donde ya sois seres sociales capaces de distinguir lo que está bien de lo que está mal, en eso consiste la verdadera igualdad.

jueves, 17 de mayo de 2018

Del patio del colegio a la Red, por Pepe Cantillo

Del patio del colegio a la Red, por Pepe Cantillo, catedrático de Filosofía y antiguo asesor en el Centro de Profesorado de Torrent (Valencia).

Y crecimos en libertad, con derechos, minimizando primero el valor de las acciones para terminar despreciando el valor de las personas. Y llegaron las nuevas tecnologías y con ellas esos mágicos artefactos (teléfonos móviles, ordenadores, tabletas), artilugios capaces de hacer de todo, desde propalar información comprometida, burlarse del más “pintao”, herir y dañar con la palabra o en la imagen, hasta provocar la destrucción del prójimo o de la prójima. Lo grave es que todo ello termina por parecernos algo normal.
Primera gran interrogante a plantear: ¿Se puede sacar partido positivo de las redes? Línea de trabajo que puede ayudar a situar a la clase desde las posibles respuestas de todos los alumnos.
Acosar a alguien no es nuevo, quizás la novedad estriba en que, de un tiempo a esta parte y dado el eco que despiertan las redes sociales, el tema ha pasado a primera página y se ha convertido en una seria preocupación, amén de un delito en muchos de los casos. Hoy acosa hasta el perro del vecino cuando pasea por la calle. Lamentable.
Segunda interrogante para centrarse en el propio centro escolar ¿Cómo detectar el acoso contando con la cooperación/colaboración de todos?
Acosar en el recreo ha dejado de ser algo puntual, que por lo normal no traspasaba las puertas del colegio si no fuera, entre otras razones, porque dicha situación se hace pública al saltar a la Red. Internet es el nuevo escenario donde se publican “las hazañas” de las que se jactan los acosadores a la par que consiguen su minuto de gloria ante la “vasca” (amigotes). Una vez que el suceso se publicita ya no lo para nadie. Estar conectado a ese “escenario virtual” es básico para el personal. Como botón de muestra Whatsapp.
Los tipos de acoso a los que nos enfrentamos son muchos y muy variados. La lista que doy a continuación en inglés, marca algunas parcelas del problema. ¿Por qué en inglés? Parece que suena mejor, que es menos ofensiva la situación; vamos, algo así como un puro divertimento.
Tercer paso: Definir para conocer las diversas situaciones ¿Qué podemos hacer?
Bullying, cyberbullying, stalking, sexting, sextorsión, grooming. En el mundo deportivo le llaman pressing para darle más caché al vocablo presión, pues acoso suena a vulgar. Hay más, pero para muestra un botón. En el ámbito político al acoso se le viene llamando “escrache” porque parece que queda más elegante.
¿Qué podemos hacer contra esta lacra? La pregunta es tópica, el campo de actuación muy amplio y las soluciones difíciles. De momento tomar conciencia de su existencia; estar atentos a cualquier indicio que pueda aparecer; conocer para actuar. Los acosados dan señales de alerta y los acosadores también, solo hay que prestar oído a esas señales.
En los recreos escolares siempre ha habido sus más y sus menos de unos chicos contra otros chicos, ya más modernamente también las chicas se hicieron más guerreras. Nunca solía llegar la sangre al río. Me estoy remontando a otros tiempos en los que es posible que fuéramos más pacatos, más temerosos y también más humanos. Tiempos en los que no éramos tan violentos ni supuestamente sádicos y ni tan siquiera habíamos aprendido a pintar (guarrear) las paredes.
En el caso del acoso escolar hay que tener muy en cuenta que amenaza el equilibrio emocional y a veces físico de los escolares y afecta negativamente al aprendizaje. Lo ideal sería detenerlo antes de que comience pero eso es casi imposible. Los verdugos actúan sibilinamente, la víctima sufre en silencio y el coro se divierte o hace piña.
El acoso escolar (bullying), por los daños que comporta, deja secuelas que acompañan al sujeto a lo largo de toda su vida. Los acosados, según recientes estudios, son propensos a enfermedades, a depresión, tienen dificultad para afrontar relaciones a largo plazo y la tendencia al suicidio está presente y por desgracia, en algunos casos se ejecuta.
Este tipo de agresiones ha hecho su aparición a edades más tempranas de las conocidas hasta ahora. Solía darse entre adolescentes, pero eso ha cambiado hasta el punto de ser frecuente ya en la primera etapa de la ESO y, para asombro y sorpresa, en colegios de primaria también. Lo cito para dar la voz de alerta y poder enfrentarse al problema en caso de aparecer. Hay que excluir el tópico de que son cosas de chiquillos, que siempre han sucedido y que sirven para endurecerlos.
Los personajes de este drama convivencial son el acosador, la víctima y el público. Doy unas breves referencias de cada actor de este drama según su importancia.
El acosador (él o ella) suele ser prepotente, un respondón que se salta las normas; es un gallito de pelea que busca prestigio en el coro de amigotes que le ríen las gracias; actúa por diversión sin importarle las consecuencias; le falta empatía y su autoestima es baja, cuestión que compensa haciendo daño. Hay marcada diferencia entre acosador y víctima, pues el primero necesita protagonismo y el segundo no. Elige víctimas débiles que no saben qué hacer ante el problema o no pueden hacer y ahí reside su éxito. En caso contrario todo terminaría en una pelea de gallos de corral.
La víctima sufre insultos, burlas y desprecio, empujones, zancadillas, ridiculización, difamación, groserías, motes, se le hace el vacío -ni le hablan ni le dejan que hable-, se le excluye en los juegos, soporta amenazas físicas que suelen cumplirse (el acosador es listo y no dejará huellas físicas que lo delaten).
El público asiste como mirón, silencioso o en el peor de los casos jaleando los hechos que se desarrollan en este drama, tal vez por sadismo, por empatía o miedo al acosador, pero en cualquier caso también juega un papel importante con su participación activo/pasiva; no denuncia, se burla y sobre todo busca el beneplácito del acosador.
Del colegio saltamos a las redes y el problema se hace letal. El ciberacosador persigue a la víctima hasta el ordenador personal o se cuela en su móvil. Desde la creación de un perfil falso, con el nombre de la víctima donde le generarán conflicto con terceros, hasta colgar comentarios denigrantes o fotos robadas y mandarle mensajes amenazadores de móvil, hay toda una amplia gama.
Señales de alarma a tener en cuenta por la familia y la escuela. Rechazo a ir al colegio, cambios en el comportamiento habitual, bajada inexplicable del rendimiento, alteración del sueño, desinterés por las actividades escolares, negarse a hablar de la escuela, rehuir compañías y aparecer triste, presentarse con la ropa rota o deteriorada, perder cosas y pedir dinero (posible síntoma de chantaje).
Por lo normal eluden hablar del problema, bien porque esperan que sea algo pasajero o por creer que podrán controlar la situación sin ayuda, incluso les duele que puedan creer que son cobardes. El acosador suele atemorizarlos para que no hablen. Guardar silencio, aislarse es uno de los mecanismos que utilizan las víctimas, pues al daño que les causa la situación se añade el hundimiento personal. Hay sobradas razones para pedir ayuda pero no lo hacen aunque esté demostrado que es fatal para ellos. Los datos apuntan a que un veintitrés por ciento de niños y adolescentes españoles sufren en silencio el maltrato escolar.
El primer paso para poder solucionar es tener información de la existencia del problema. Insisto en la necesidad de estar al quite al menor síntoma de cambio de conducta como señal de que algo pasa. Mala es la ignorancia, peor la alarma, entre otras razones porque la sobreprotección tampoco es buena para ellos. Cerrar los ojos no resuelve nada.
En esta situación el papel de los padres es básico. El del centro, también. No vale mirar para otro lado, hay que alertar e incluso denunciar si es necesario. ¿Administración? Debe implicarse aun más.
¿Qué puede hacer la familia? Ante todo no poner el grito en el cielo. Nunca culparle por no haber sido capaz de reaccionar. Tener en cuenta que la tensión que sufren les impide pensar racionalmente. Hay que liberarle de la carga negativa que los angustia. Es básico ganarse su confianza para que hablen y cuenten lo que ocurre. Estar a su lado, sin restar importancia al tema pero sin machacar porque no hayan puesto remedio. Ponerse en su lugar (empatía) ayudará a compartir el problema y exteriorizar sentimientos.
El papel de los docentes es importante para detectar situaciones y actuar con celeridad, evitando males mayores. En cuanto se tenga constancia hay que advertir a las familias de lo que está pasando, aunque en el caso de los acosadores no suelen admitirlo ni el protagonista ni los padres. Mostrar hechos concretos con testigos y avisar que si no se corrige la situación se tomarán medidas más drásticas. La prevención es lo más eficaz en este tipo de circunstancias aunque por lo general siempre se llega tarde.

Enlaces de interés:

miércoles, 11 de abril de 2018

¡Error…!, ¡Acierto…! (2) por Pepe Cantillo

¡Error…!,  ¡Acierto…! (2) por Pepe Cantillo, catedrático de Filosofía y antiguo asesor en el Centro de Profesorado de Torrent (Valencia).

En esta segunda parte y jugando con un sonsonete publicitario, pretendo resumir, de la mejor manera posible, un suma y resta de lo que llamaremos “aciertos y errores” que suelen aparecer en el día a día de nuestro menester educativo.
¡Error…! Apunta a probables fallos que podemos cometer en la educación, no por malquerencia sino por una posible ignorancia. No soy quién para dar lecciones, dado que cada cual, como adultos que somos, tiene unas razonables líneas de actuación.
Ser colegas… ¡error!; comprarlos… ¡error!; sobreprotegerlos… ¡error!; negar la evidencia de sus actuaciones… ¡error!; darles todo lo que quieran… ¡error!; taponar la autoridad del otro… ¡error!; sermonearlos… ¡error! Podríamos aducir más y más errores pero no se trata de machacar.
Cada uno de los errores sugeridos anteriormente pueden ser subsanados, buscando con ello que la educación que podamos dar se acerque lo más posible a la que soñábamos conseguir con nuestros hijos y escolares.
En una segunda parte de estas reflexiones en voz alta, que en su momento fueron intercambiadas entre escuela y progenitores (padres, madres, abuelos y abuelas en sustitución de…) en lo que podríamos llamar escuela de padres, quedaron reflejadas algunas líneas de trabajo por las que podríamos movernos.
Pedir ayuda cuando sea necesario… ¡acierto!; predicar con el ejemplo… ¡acierto!; ser consecuentes… ¡acierto!; darles cariño, no mimos… ¡acierto! Acierto sería ser capaces de analizar juntos lo que ha ocurrido, remarcando lo que se ha hecho de forma correcta y en qué se puede mejorar.
Acierto sería que aprendan a desenvolverse solos aunque haya peligro de que puedan tropezar. Nuestro deber es estar cerca de ellos para ayudarles a levantarse (no levantarlos) cuando se caigan.
Acierto es exigirles, sin claudicar, las tareas que sean responsabilidad de ellos (recoger los juguetes los más pequeños, arreglar su habitación, ayudar a poner o quitar la mesa, - ¡ojo! faena que se le debe exigir tanto al chico como a la chica, dado que la igualdad de sexos también se inculca en la familia-). Mientras más les consintamos o les pasemos por alto, más facilidad hay para que se vuelvan déspotas.
¡Gran acierto…! Es imprescindible que el padre y la madre formen un frente común, es decir que estén en la misma línea de exigencia. Las diferencias de criterios educativos y los mensajes contradictorios socaban respeto, autoridad y normas.
Educamos silenciosamente y casi sin querer, sin pretenderlo, por mimetismo me atrevo a decir, cuando al realizar una acción concreta la hacemos de una u otra manera, a eso le llamamos modelo.
Educo cuando voy conduciendo si ofendo o cedo el paso a otro conductor, o me salto el semáforo. Amén de exponerme a un accidente o a una multa, estaremos ante dos tipos de acciones diferentes de valorar. Palabras y hechos concretos son asimiladas con más rapidez de lo que tardamos en decir y hacer.
Educo cuando hablo bien o mal del vecino. Educo cuando pongo la televisión  a toda pastilla porque me entusiasma oír cómo el locutor grita ¡gol-gol-gol!, y de paso que se entere todo el barrio que va ganando mi equipo favorito. Educo cuando, ventanillas bajadas y música a todo gas, proclamo que me encanta tal o cual grupo y de paso quiero avisar al personal que estoy pasando Yo. Contaminación acústica se llama a dicha  actuación. ¿Ecología? Somos ecologistas de envases, vidrios y no mucho más.
¿A dónde vamos por guías en este asunto? Modelos son los padres, hermanos mayores, familiares; también ese deportista señero o esa cantante de plena actualidad que nos gustan y cuyo comportamiento nos va marcando aun sin darnos cuenta. Los patrones están siempre delante de nuestras narices y van dejando su impronta como un perfume -de calidad o no, eso es ya otro cantar-.
Las pautas y los mensajes de los padres van calando hasta ser interiorizados por los hijos, aunque aparenten lo contrario, sobre todo cuando en la adolescencia parece que valoran más la opinión de los iguales que la paterna. No perdamos de vista que educar es una actitud de siembra constante aunque heladas, riadas u otros elementos adversos puedan arrasar parte de la cosecha.
La escuela también remachará valores ya mamados en la familia y de paso fomentará la convivencia, el respeto a compañeros y profesores, la disposición para compartir y un largo etcétera. Esta última actitud les abocaría a la solidaridad con los demás y sobre todo con los más débiles, que lamentablemente son pasto fácil para el acoso. Siempre el débil lleva las de perder. Lamentable, pero cierto.
Desde hace tiempo muchos profesionales venimos proponiendo llevar la escuela a los padres, no los padres a la escuela. Estas reflexiones fueron compartidas en su día ante un colectivo de padres, madres, abuelos, abuelas. Dieron para unas horas de animada charla y permitieron un rico intercambio.
Aprender de los errores nos resultó menos penoso, no por ello menos eficaz; estar receptivos a los éxitos fue gratificante para quienes los ofrecían y útil para quienes los recibieron. El personal estuvo en todo momento abierto, dispuesto a escuchar para aprender de los aciertos y evitar los errores que fueron explicitando en cada reunión. Indudablemente, en la brevedad de estas líneas, no se puede explicitar todo lo que aquella actividad pudo dar de sí.

jueves, 5 de abril de 2018

¡Error…!, ¡Acierto…! (1) por Pepe Cantillo

¡Error…!,  ¡Acierto…! (1) por Pepe Cantillo, catedrático de Filosofía y antiguo asesor en el Centro de Profesorado de Torrent (Valencia).

Las líneas que sugiero en dos entregas se complementan entre sí. Alguien podrá pensar, con toda la razón, que son “más de lo mismo”. Es posible, solo que cuando oímos sobre algo en voz alta (intercambiamos experiencias y opiniones) parece que éstas cobran algo más de sentido. Vamos con la primera parte.
Ser padre dicen que no es difícil pero tampoco nos dijeron que fuera fácil, porque no lo es; tampoco es nada fácil educar. Ésta es una queja repetida, tanto por padres como por docentes, y que en los últimos tiempos se expande como mancha de aceite. ¿Sensibilidad o alboroto porque nos vemos desbordados y es más fácil echar balones fuera? Yo diría que de todo un poco, aunque a veces dudo de casi todo.
Quejas sobre conducta en general, referidas a indolencia, pasotismo, rebeldía, falta de responsabilidad, carácter violento de algún sector de nuestra juventud, desprecio de las normas en casa, en el colegio y en la calle, sin mencionar conductas de abuso como adicciones varias, las estamos oyendo todos los días.
¿Hay más problemas que antes? No lo creo, simplemente estamos más sensibles y es posible que más angustiados por unas circunstancias que parecen desbordarnos. Sí que hay más filones informativos al alcance de todos. Unos positivos y enriquecedores, otros podridos y malolientes cargados de inquina envuelta en bulos.
Me arriesgo a ofrecer unas posibles pautas de actuación para ir por casa. Sigo pensando, no descubro América con ello, que la familia es el puntal básico en este maratón. La educación debe iniciarse desde la edad más temprana, por supuesto en el hogar.
Educar desde la familia es más una cuestión de intuición sazonada de paciencia, de sentido común, que de ciencia y/o de teorías más o menos en boga. De teoría sabemos todos, la práctica es otra cosa y esa práctica hace maestros.
Estamos muy sensibles ante la mal llamada violencia de género que hay que reprobar por deleznable, pero se está pasando por alto la agresividad generada dentro del nido familiar, tanto o más grave que la anteriormente referida en cuanto que es el caldo de cultivo para llegar posteriormente a ella. Hay otros muchos focos de agresividad.
Una correcta educación pide a los progenitores “saber qué es lo que hay que hacer con los hijos para educarlos bien”. Me atrevería a recalcar que es más eficaz saber lo que no hay que hacer para conseguir buenos resultados en este complicado terreno. No estoy planteando un juego de palabras.
- Un error es más peligroso y deja más huella que todos los aciertos que podamos tener. De los errores se aprende y los padres debemos sacarle provecho compartido a los errores para limar, en lo posible, la frustración de los hijos. Aunque nos pueda parecer una barbaridad, el fracaso también enseña.
- Una actitud bastante extendida es la de cerrar los ojos, negar la evidencia o pasar por alto sus errores (del hijo) ante los demás, máxime cuando eso ocurre, y ello es muy frecuente, en el ámbito escolar, porque estamos socavando la autoridad que podamos mantener (a dúo) delante de ellos. A la larga esa actitud-tapón repercutirá sobre los propios padres aunque la estemos manifestando contra los demás: familiares, abuelos, profesores.
- Criarlos en un ambiente de sobreprotección terminará por asfixiarlos, tanto física como psíquicamente, con el consiguiente daño cuando se enfrenten a un resfriado serio, ya sea profesional, moral, social o físico. Protegerlos en exceso no les beneficia.
- Hoy nos movemos en parámetros de “todos tenemos derecho a”, cuestión que resalto frente a un facilón ¡toma, para que te calles! consentidor y chantajeante, que solemos practicar en muchas ocasiones. Hablemos de deberes y no precisamente escolares.
- Quiero esto y esto y aquello…, sería la cantinela que subyace en el manido “tengo derecho a...”. Hay que darles pero con criterio, con racionalidad, no con veleidad. Frente a un fiero consumismo, hagamos hincapié en la necesidad. Lo recomendable es no ceder ante los caprichos, actuando con firmeza al negar la demanda, sin alterarse, sin gritar ni reñir. La frustración también educa.
- Ya hemos oído en repetidas ocasiones que estos pequeños tiranos presionan y aprietan hasta el máximo posible. El tope debemos ponerlo los mayores. Es necesario fijarles normas, hábitos positivos y límites. El no también educa.
- Actitudes de resentimiento, intolerantes, despreciativas, humillantes hacia los demás serán fácilmente captables y asumibles por los pequeños si habitualmente las maman directamente de los mayores. Enseñémosle a ser generosos, no rencorosos. Transmitir valores de respeto, tolerancia, sentido de la justicia, etc., es básico desde el hogar.
- Otro error que solemos cometer en educación es intentar comprarlos, chantaje se le llama a esa actitud, sea por medios materiales o emocionales. Pactar con ellos para obtener un compromiso por su parte es productivo. Ponernos siempre de su lado sólo enmascara las circunstancias que más pronto que tarde se volverán contra nosotros.
- El niño espera, desde su corta experiencia, que el adulto se comporte como adulto. Si actuamos ante ellos como niños estamos confundiéndolos y desdibujando el papel del adulto. Por contra pretender ser “colegas” en lugar de desempeñar el papel de padres, no les transfiere un modelo serio y respetable. Desengañémonos: no somos colegas, somos adultos de los que esperan instrucciones claras para poder transitar por la vida.
- La sabiduría popular dice que “un ejemplo vale más que mil palabras”. Con ello quiero incidir en un hecho demostrado: los niños no reaccionan ante nuestras monsergas, sino ante nuestros hechos porque los discursos les aburren, las palabras se las lleva el viento. Solo permanecen y calan los ejemplos (positivos o negativos).
- Regla de oro a tener presente en el ámbito familiar: hay que unificar criterios y actuar con firmeza. Suele ser significativo que ante un mayor (padre, madre, abuelos) exigente, duro, siempre hay otro flexible, benevolente, permisivo. Cuando se da esta dicotomía la batalla está perdida. Recordemos que los críos y los no tan críos, son bisoños pero no retrasados. Como paradójicos e incompetentes podremos aparecer los adultos si minusvaloramos sus capacidades afectivas, intelectuales y decisorias.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Peligro: opinadores educativos, por Pablo Poo Gallardo

Peligro: opinadores educativos, por Pablo Poo Gallardo, profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Padre Poveda de Guadix.

El derecho a opinar está absolutamente por encima de todo: cualquiera puede opinar, libremente, de aquello que se le antoje. Pero esta libertad no implica la igual validez de todos los argumentos vertidos sobre un tema.
Esta es, quizá, la tarea más complicada: separar la paja del grano en una época en la que, gracias al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, todo el mundo opina de todo. Con o sin criterio, con o sin educación, con o sin base, con o sin argumentos.
Enfrentarse sin las herramientas adecuadas a este maremágnum es garantía de fracaso: corremos el riesgo de dar pábulo a charlatanes, a doradores de píldoras, a encantadores de serpientes.
El terreno educativo está especialmente abonado para el crecimiento de estas especies opinadoras invasivas: gente que no ha impartido una clase en su vida te dice cómo hacer su trabajo ignorando las abismales diferencias que hay entre contextos educativos, entre etapas escolares tan dispares como la Primaria o la Secundaria, desconociendo la falta tan grande de inversión que padecemos muchos centros educativos y que condiciona nuestra labor docente hasta el extremo, sin tener la más mínima idea de cómo es el sistema actual de evaluación…
Opinen, son libres, faltaría más. Pero otorguen a cada cual una credibilidad acorde con su experiencia.

Pablo Poo nos deja su visión completa de este asunto en el siguiente vídeo.
 

jueves, 16 de noviembre de 2017

Malevolencia humana, por Pepe Cantillo

Malevolencia humana, por Pepe Cantillo, catedrático de Filosofía y antiguo asesor en el Centro de Profesorado de Torrent (Valencia).

El deterioro de las relaciones interpersonales se ha convertido en un serio problema, yo diría que crónico. Vivimos en una sociedad cada vez más soliviantada. El tema nos lleva a valorar la agresividad, la violencia que se despliega en la familia, en las calles o en numerosos contextos sociales, políticos y deportivos.
¿Estamos enfermos de desafecto? Parece ser que sí a la vista de un cúmulo de incidentes cargados de malquerencia, desprecio y hasta de enconado rencor. El ambiente que nos rodea no es un paraíso y no digamos nada del panorama mundial que día a día parece que amanece con mayores nubarrones de tensión. Para nuestra desgracia, como especie y como seres inteligentes, la violencia está muy presente en todo nuestro entorno.
La Etología estudia el comportamiento de los animales en general, y también del ser humano, pues compartimos características comunes como seres vivos. Para los etólogos está claro que los animales atacan por comida, para defenderse y proteger el territorio o a los suyos. Dicha conducta cesa cuando desaparecen las causas desencadenantes.
En el caso humano la Psicología no dice que seamos violentos por naturaleza. Hacer daño de manera intencionada y planificada es una forma de conducta aprendida que depende de factores sociales y culturales. Claros ejemplos podrían ser el acoso sexual, social o político que ejercemos sobre otras personas, o ¿hay que llamarle escrache (romper, destruir, aplastar) que suena más fino y enmascara mejor las realidades?
En el libro “Las semillas de la violencia”, el psiquiatra Luis Rojas Marcos remarca lo siguiente: “las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar frutos malignos en la adolescencia”.
La violencia se aprende y también deja huella si hemos sido violentados o nos la han inculcado en esas primeras etapas de la vida. Una vez más hay que recordar que los modelos que tenemos en nuestro entorno moldean, en su conjunto, tanto el carácter como la personalidad.
Parafraseando a Rojas Marcos, la vida humana se asienta sobre tres pilares básicos: la violencia, el dinero y el conocimiento. Desde el momento en que nacemos la violencia nos marca, el dinero nos quita el sueño y sólo el conocimiento nos salva de convertirnos en brutos totales. Y aun así la sensatez lo tiene bastante difícil.
La agresividad presenta dos caras. En un sentido negativo se entiende como “tendencia a actuar o a responder violentamente” (sic); en un significado que podríamos calificar de positivo se asocia con la acometividad, entendida como “decisión  para emprender algo y arrostrar sus dificultades” (sic).
Una cuestión parece clara: los humanos practicamos la agresividad con bastante alegría. La violencia es una enfermedad grave que está invadiendo nuestro cuerpo social, quizás porque hemos perdido el respeto más elemental a las personas, quizás porque matar no sale caro, quizás porque nos divierte vivir peligrosamente jugando al límite.
Casi sin darnos cuenta nos hemos vuelto terriblemente agresivos, quisquillosos con la presencia del otro que parece que nos molesta y por esa misma supuesta razón le agredo a la mínima ocasión. Agresividad que se huele en la calle, en una manifestación, en el conductor que ha hecho una de “jaimito” y para colmo muestra su dedo corazón en señal de insulto y desprecio.
Hay muchas variantes de violencia: guerras con lo que conllevan de sufrimiento, terror, muerte; violencia política ejercida desde el poder y contra el poder; violencia doméstica donde, por desgracia, las mujeres siguen llevando las de perder; violencia de padres a hijos y de hijos a padres, factor este que parece está aumentando; violencia xenófoba; violencia psicológica ejercida desde diversos frentes (en la publicidad, cine); violencia alrededor de determinados deportes; violencia bullanguera o gratuita en las calles que destruye lo que encuentra a su paso.
Aunque las causas de todo conflicto son muy diversas (discriminación étnica, lucha por el territorio, represión política, ideologías, creencias religiosas), en la mayoría de los casos subyace un reparto injusto de la riqueza y el intento de una minoría por mantener sus privilegios.
La agresividad humana ha sido justifica desde distintos frentes: biológico, psicológico, social, económico, cultural, político, religioso. ¿Cuál o cuáles serían las razones de tal comportamiento? Una tesis muy extendida afirma que los humanos somos malévolos, crueles “homo homini lupus”. En esencia hay que admitir que la convivencia provoca, con frecuencia, situaciones que ponen en marcha los mecanismos de la agresividad.
¿Qué contribuye a ello? En el amplio abanico humano existen sujetos envidiosos, egoístas, vengativos, psicópatas, tiranos y violadores, asesinos, “odiadores”, y un largo etcétera. En la otra cara podemos encontrar, afortunadamente, una inmensa mayoría de personas compasivas, tolerantes, benevolentes, abnegadas, generosas, serviciales. Eso nos salva, hasta el momento, de un apocalipsis final. Afortunadamente.
El panorama refleja la cara oscura que oculta un catálogo de valores por los que merece la pena luchar. Para erradicar comportamientos nocivos hay que implementar valores positivos como la convivencia, la empatía, la solidaridad, la paz, la libertad, la justicia, sobre todo social… Valores, todos ellos, que están en la Carta Magna de los Derechos Humanos. Volveremos sobre el tema.




miércoles, 18 de octubre de 2017

Crítica al amargado perpetuo, por Rafael Japón Luján

Crítica al amargado perpetuo, por Rafael Japón Luján, profesor de Física y Química del IES Antonio Galán Acosta de Montoro.

Este escrito va dirigido a los docentes que hacen de la queja su modus vivendi dentro y fuera de su centro de trabajo; a los que tienen el pesimismo como valor preponderante en su labor diaria y a los que ven el futuro más negro que el hollín; a los que viven una cuenta atrás constante hacia su jubilación, contando cada día, aunque les queden treinta años; a los que se creen mejores que los alumnos que los sufren, mirándolos por encima del hombro con una mezcla de desdén y paternalismo supremacista; a los que la palabra empatía se les olvidó cuando pasaron al otro lado del aula; a los de, en resumen, cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque también entonces estuvieran llorando su pena por las esquinas.
Bien, ya nos ha quedado claro que piensas que la educación es una mierda y que cometiste un gran error al elegir este camino en la vida. Que eres de la opinión de que la juventud actual está un proceso de degradación que los llevará a todos al averno y que cualquier parecido con tu magna generación es fruto del caprichoso azar. Porque, claro, en tu época no había fracaso escolar, ni alumnos con dificultades de aprendizaje, ni canallas disruptivos, que parece que el más tonto era, mínimo, ingeniero.
Va siendo hora de que asumas que todo ha cambiado. No voy a perder ni un segundo en convencerte de que a mejor, faltaría más, porque no lo conseguiría ni en mil vidas. Ha evolucionado el mundo y, con él, las personas; y por supuesto la escuela, que ahora es más inclusiva que nunca, con los efectos colaterales que esta evidente mejora trae. Uno de los responsables de que todo haya mutado eres tú, que llevas viviendo mínimo treinta años y que muy posiblemente estés en proceso de crianza de tu propia prole. Así que si piensas que el mundo, la gente y la escuela son peores, tú tienes tu alícuota de culpa, de fracaso.
Y ahora viene lo importante, ¿haces algo para cambiarlo o sigues anclado en la derrota? Si ya nos has dejado claro que no estás contento con tus resultados, ¿te has evaluado, o eso solo es para los niños? No, en serio, ¿te has parado a pensar que lo que estás haciendo no llega al receptor, o ya has hormigonado el dogma de que los culpables son los estudiantes? ¿Has probado a cambiar tu metodología o, sobre todo, a mejorar tus dotes comunicativas? ¿Has intentado sacarte esa cara de amargado perpetuo? ¿Te has fijado que por donde pasas no crece la hierba? Seguramente no. Serás de los que llegas un par de minutos tarde para que no se note, pasas lista despacito para que corra el tiempo, sueltas la turra diaria, descabezas con un parte a quien ose salirse del orden y cascas el examen cuando encarte, el cual tardas semanas en corregir. No te formas desde que tuviste que hacer un curso de sesenta horas para el sexenio, reconócelo, y no te acuerdas ni de qué te hablaron.
Yo, que trato de ser empático, me pongo en tu pellejo. Para empezar porque eres mi compañero, aunque a veces no nos guste ni a ti ni a mí; pero también porque todos hemos cometido errores en la vida, o nos vemos en un callejón oscuro, y siempre ayuda que alguien nos pueda echar una mano. Da un par de pasos hacia atrás y toma perspectiva. Tienes la oportunidad de inculcarle a esos imberbes perdidos tu sabiduría vital e intelectual con la que hacerlos mejores; tienes libertad para moldearlos hacia lo que tú creas que los hará más fuertes, más competitivos, más grandes; ¡tienes la posibilidades de crear mejores personas! ¿Te parece poco importante tu trabajo? Prácticamente no tienes jefes, a no ser que seas un cafre o lo sean ellos. Pero si no te parece suficiente, tienes catorce pagas decentes, unas buenas vacaciones y un horario que no asfixia. No me cuentes milongas que no asfixia, porque cuarenta horas de trabajo a la semana es lo menos que ibas a trabajar en cualquier sitio del mundo. Durante el curso, todos nos agobiamos en algún momento, pero si constantemente sientes que el corazón se te va a salir por la boca es que esta profesión te viene muy grande, por muchas reducciones o liberaciones que consigas cazar. Una hora de clase ya sería mucho para ti.
¿Te ha pasado por la cabeza en alguna ocasión que ese profesor que tanto sonríe no está loco? ¿Te has interesado por la metodología de esa compañera de la que los niños hablan maravillas? ¿Se te ha ocurrido en alguna ocasión pedirle educadamente que quieres ver en directo cómo trabaja? 
Hasta ahora no te he pedido nada, pero voy a hacerlo en este párrafo. No estorbes. Si no quieres ser parte de la solución, no seas parte del problema. No seas un lastre para aquellos que intentan hacer algo nuevo. No prohibas de hecho (si es que puedes hacerlo), ni de facto (si es que no puedes). No trates de cortarle las alas a nadie porque tú seas una gallina que no puede volar. Deja a la gente que innove sin molestarla, déjala que vuele, que se equivoque y que acierte. Que se arriesgue. Aunque tú los veas como los violinistas del Titanic, ellos no tienen miedo. Se preocupan como tú, pero se ocupan en mejorar las cosas metiendo las manos en la masa mientras tú estás fumándote un puro en la barrera viendo como todo se hunde. No seas un freno. Si alguien utiliza los móviles en su clase, si tira de gamificación, si su metodología es colaborativa, si hace proyectos en horas lectivas o incluso por las tardes...no intentes pararlos para impedir que se te vean las costuras. No hace falta que aplaudas sus victorias, pero sí estás esperando su fracaso y te regodeas cuando caen eres un idiota. Guárdate tu “ya te lo dije” porque quedas retratado como un carcamal inepto: ellos, y los estudiantes más aún, saben detectar a los buenos profesores que, por cierto, pueden serlo perfectísimamente tirando solo del libro de texto o de unos viejos apuntes amarillos, que no hace falta ser un modernito para destacar en esto. No menosprecies el éxito de nadie cuando tú eres un fracasado.
Nunca es tarde para cambiar la actitud. Necesitamos que lo hagas. Queremos que ocurra, sinceramente. Pero, recuerda, siempre estás a tiempo de aceptar tu derrota y marcharte. Primero intenta cambiar de aires aprovechando otra de las ventajas de este trabajo. Vete a otro centro. Quién sabe, es posible que ese sea el problema. Muchas veces los árboles no te dejan ver el bosque, sobre todo cuando siempre son los mismos árboles. Pero si no, vete y da paso a otro. No te aferres a una nómina que no estás ganando limpiamente. No esperes a que te toque la lotería. Lo agradecerán tus alumnos, tus compañeros y tu familia, pero sobre todo tú. Asume que el problema no son los chicos, ni los padres, ni la directiva, ni el profesorado, ni el colegio, ni el sursuncorda: el problema eres tú. No merece la pena estar frustrado siempre. Sé valiente, solo se vive una vez.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Planes y programas, por Mª José Mengual Castellano

Planes y programas, por Mª José Mengual Castellano, jefa de sección de Planes y Programas de la Delegación Territorial de Educación de Córdoba.

La realidad de nuestro tiempo es cada día más compleja. Nos sorprende la cantidad de novedades, exigencias para adaptarnos a ellas y la rapidez con la que se nos presentan. A veces parecemos vernos superados y así lo expresamos a menudo. Imaginamos que la realidad que le tocará vivir a nuestro alumnado no será menos compleja. Entendiendo que una de las características de la complejidad es precisamente su capacidad para generar, en una cierta realidad, elementos nuevos -emergentes- y nuevas relaciones -también emergentes- entre esos elementos.
Esta complejidad hace que sea necesario abordar, desde el sistema educativo, no solo aquellos aspectos de la realidad que puedan ser mejorados a través de la educación, sino también de las capacidades para responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada.
Por ley se establecen los programas educativos como parte integrante del Sistema Educativo Público de Andalucía. Para ello, se ha diseñado -y se va completando y revisando continuamente- un variado programa de actuaciones para desarrollar las distintas temáticas y aspectos que preocupan en nuestra sociedad, tanto en los centros educativos como fuera de ellos. Abarcan desde la salud y el patrimonio, desde el medio ambiente, el consumo responsable o el emprendimiento hasta la lectura y las bibliotecas escolares, las conmemoraciones de hechos o personajes relevantes, el flamenco, etc. Todo ello agrupado por temáticas para facilitar su localización y desarrollado en portales educativos específicos.
El programa educativo es un recurso. Es una herramienta que se pone a disposición del profesorado y del centro educativo para, una vez analizada la realidad, las necesidades y potencialidades del centro y su alumnado, utilice sus estrategias y recursos con el objeto de facilitar la consecución de objetivos. Nunca se tratará de poner en marcha programas en el centro sin partir de un análisis detallado de la realidad de ese centro, de su entorno, su alumnado... Nunca se tratará de celebrar, de realizar múltiples actividades, lo que a veces puede llevarnos a perder su sentido. Se trata más bien de incrementar la coherencia. Se trata de que todo se integre en un mismo instrumento consciente, adaptado a la realidad del centro educativo y de su entorno, y evaluable una vez haya concluido todo el proceso. Así todo cobrará más sentido.
Nada podría más hacer perder el sentido a la filosofía de un programa educativo que convertirse en una carga más para el profesorado, a algo que le estrese más en su ya complicada tarea. La ideología que subyace en un Programa Educativo es la de facilitar que el profesorado no tenga más trabajo, sino que tenga más reflexión, más investigación en pos de la mejora de su práctica educativa. Facilitar al profesorado tanto la actividad enseñanza-aprendizaje como el trabajo en red de profesionales de la educación, es el gran objetivo de poner en marcha, actualizar y organizar los distintos Programas Educativos.
Un centro educativo no debe pensar en cantidad a la hora de desarrollar programas y actividades. Para llevar a cabo programas educativos de forma coherente, con inserciones eficientes de tecnologías en educación, debe darse una inbricación de tres aspectos fundamentales: dominio de contenidos curriculares, conocimientos pedagógicos y dominio tecnológico de las herramientas.
Para esta ingente tarea, podemos contar con los recursos que nos ofrecen los Programas Educativos además de que, en su implementación, la Administración Educativa proporciona formación, asesoramiento, materiales didácticos y recursos a los centros. Añadiendo a todo ello la difícil pero incalculable coordinación con otras entidades y Consejerías, cuyo recursos y personal dan tanto valor añadido a nuestras prácticas.
En definitiva, si en la relación de Programas Educativos que me ofrece la Consejería de Educación  decidimos en el centro, partiendo de un análisis de la realidad, desarrollar un programa que me ofrezca recursos interesantes, actuales y motivadores para el alumnado, que fomente metodologías prácticas y experienciales, que potencie las relaciones de grupo y sociales con el entorno, que integre las nuevas tecnologías de manera planificada para, a través de ellas generar conocimiento y compartir información, si en definitiva, contribuye en algo a mejorar la práctica educativa y crear redes profesionales, es el momento de desarrollar un programa educativo en nuestro centro.

miércoles, 17 de mayo de 2017

El profesor de universidad, clave para superar los retos de Bolonia. Por Juan Antonio Prieto Velasco

El profesor de universidad, clave para superar los retos de Bolonia. Por Juan Antonio Prieto Velasco, profesor del Departamento de Filología y Traducción de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

La implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) en España ha conllevado numerosos cambios en el sistema universitario que aún están por completarse y para los cuales habría hecho falta un despliegue de medios, particularmente económicos, que no han permitido cumplir las cacareadas promesas del llamado plan Bolonia: grupos más reducidos, planes de estudios equiparables a los del resto de estados de la Unión Europea, mayor flexibilidad para la movilidad interuniversitaria, desplazamiento del foco de atención del profesor al estudiante, aprendizaje basado en competencias, etc., muchas de las cuales no se han logrado aún.
Es cierto que la crisis ha lastrado estos objetivos impidiendo su consecución, pero no es menos cierto que la convergencia europea en materia de universidades no se llevó a cabo con la diligencia que requería una modificación integral de un sistema universitario con algunos planes de estudio que no se habían actualizado desde los años de la dictadura.
Si bien creo firmemente que en el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje ha de situarse al alumno, la figura del profesor de universidad no solo ha perdido el prestigio social del que gozaba antaño, cosa que, al menos a mí, me preocupa bastante poco, sino que además ha quedado relegada a un segundo plano al considerársele un mero facilitador del aprendizaje, para el que la transmisión del conocimiento, no solo declarativo, sino procedimental y actitudinal, ya no parece tener relevancia alguna para el desarrollo de las diversas competencias propias de cada titulación.
A esta situación lamentable, se suma paradójicamente el hecho de responsabilizar a los profesores del éxito o fracaso de los estudiantes, de la calidad de las universidades, de la posición de estas en las clasificaciones internacionales, etc. Son responsables porque de ellos depende que logren cada cinco años la evaluación positiva de su labor docente mediante el programa Docentia, la evaluación positiva cada seis años de su actividad investigadora mediante las convocatorias anuales de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora, así como el ejercicio de tareas de gestión académica asumiendo cargos de dirección de grados y másteres, dirección y secretarías de departamentos, decanatos y vicedecanatos, coordinadores académicos, coordinadores de prácticas en empresa, entre otros, cuyo reconocimiento académico es manifiestamente insuficiente y compensación económica bastante escasa, cuando no inexistente.
El trabajo del profesor universitario se ha burocratizado hasta tal extremo que la preparación de clases, la elaboración de materiales docentes, la evaluación del progreso de los estudiantes, o la atención tutorial, ya no son las tareas que le ocupan la mayor parte del tiempo, más bien pasan su jornada laboral redactando informes, convocando y asistiendo a reuniones, componiendo horarios como si se tratase de un sudoku, lidiando con reclamaciones, asistiendo a cursos de formación docente, etc.
En el tiempo que le queda, restándoselo a la vida familiar (¿conciliación? ¿eso qué es?), también tiene que diseñar estrategias docentes innovadoras, investigar y hacer visibles los resultados en artículos publicados en revistas de impacto, asistiendo a congresos, impartiendo conferencias, organizando cursos y jornadas. Es curioso, pero si no se consigue la evaluación positiva, en el mejor de los casos no se cobra el complemento correspondiente en forma de sexenio; en el peor, se aumenta el número de horas de clase del profesor, lo que paradójicamente le impide dedicar el tiempo necesario a la investigación para optar a una futura evaluación positiva.
Para más inri, las opciones de promoción se han visto muy limitadas a consecuencia del endurecimiento exacerbado de los criterios de acreditación, especialmente para las figuras de profesor titular y de catedrático, que han sembrado dudas sobre si los miembros de las comisiones evaluadoras estarían cualificados para superar la acreditación para sus respectivas categorías profesionales. Otra causa que ha creado un “tapón” para la promoción interna del profesorado, derecho consignado en el convenio colectivo del personal docente e investigador de las universidades andaluzas, ha sido la reducción de la tasa de reposición de efectivos y la imposibilidad de convocar plazas a las que optan legítimamente los profesores acreditados a una figura contractual superior, que ha resultado en la precarización de la situación laboral de profesores ayudantes doctores y profesores contratados doctores, por no hablar de las condiciones en que trabajan los profesores asociados y los profesores sustitutos interinos.
Bienvenidas sean todas las políticas de innovación y calidad que persigan una mejora del sistema y de los resultados; ahora bien, si se descuida al profesorado y no se incentiva su labor docente, será inevitable que la universidad se convierta en una fábrica de egresados con la exclusiva finalidad mercantilista de que estos encuentren un puesto de trabajo afín a sus estudios, en detrimento de la misión de la Universidad de fomentar la reflexión y el pensamiento crítico comprometido con la contribución al progreso y dar respuesta a las necesidades de la sociedad actual (Artículo 3. Estatutos de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla).

miércoles, 5 de abril de 2017

Una educación con caricias y emociones, por Fátima Ayala Marín

Una educación con caricias y emociones, por Fátima Ayala Marín, profesora de Apoyo a la Integración y coordinadora del Plan de Convivencia del CEIP Vicente Aleixandre de Montilla.

Pedro y Laura son dos maestros compañeros en un cole de Infantil y Primaria. Pedro es tutor de 1º, y Laura es maestra de inglés.
Un día, después de acabar las clases, Laura le plantea a Pedro la siguiente pregunta:
- “Pedro, ¿por qué piensas que en tu grupo se “respira” tan buen ambiente?”
La respuesta de Pedro fue rápida y contundente:
- “Creo que la educación emocional debe ser la base desde donde se sustente la vida y dinámica de un grupo”.
Pedro recibe todos los días a su grupo de 1º en la fila con un “¡Buenos días!" a cada uno de los niños y niñas, mientras les dedica una sonrisa y una caricia. Ellos le devuelven la sonrisa y van entrando a la clase, colocándose sentados en corro, en una especie de alfombra. Una vez situados, cada uno va contando cómo se siente hoy, qué trae o qué aporta hoy al grupo, “Juan se siente contento porque piensa en el cumpleaños de su hermano, Ana está triste porque su madre se ha enfadado esta mañana, María trae nerviosismo porque su hermano pequeño estaba revoltoso…”
Pedro comienza a reflexionar y a exponer, mientras Laura lo escucha con atención:
- “Y es que las emociones son alteraciones rápidas e intuitivas de nuestro estado de ánimo, provocadas por ideas o acontecimientos que producen reacciones rápidas que conducen a actuar en función de lo que sentimos en un momento. Descubrir, identificar y diferenciar las emociones es una forma de educar a los más pequeños para que sientan sin temor, para que se descubran a sí mismos y acaben convirtiéndose en adultos autoconscientes para afrontar los retos de la vida. Si una persona conoce bien sus emociones, las podrá reconocer en los demás y sus relaciones serán más sanas y positivas. Educar a un niño o a una niña no consiste en atiborrarlo de conocimientos; lo imprescindible es convertirlo en persona, pero no al margen de los demás. Pienso que debemos abordar desde los coles la enseñanza y el aprendizaje de todo lo que conlleva una educación emocional, que tengamos personas socialmente integradas, y eso se aprende en las relaciones entre iguales, en la relación entre alumnado y adultos, y a través de la influencia que nuestras acciones ejercen sobre ellos y ellas.”
Continúa diciendo Pedro:
- “Para una buena convivencia es clave que el niño se conozca a sí mismo desde pequeño, para saber qué hacer y tener control de su comportamiento y emociones. Un ajustado auto concepto ayuda a saber actuar ante situaciones que la vida nos presenta. Ya en el cole podemos aprender a ser más inteligentes emocionales, desarrollando una serie de habilidades necesarias como la autoestima, o sea el agrado que sentimos hacia nosotros mismos. Tener una buena autoestima quiere decir que estamos a gusto con lo que hacemos, decimos, sentimos y pensamos. Otras habilidades son la empatía, cuando me pongo en la piel del otro; la asertividad, cuando me expreso y actúo desde lo que soy con respeto y responsabilidad, siendo capaces de tomar decisiones, responsabilizándonos de nuestros actos y aceptando las consecuencias. También es muy importante desarrollar la habilidad de la escucha activa, no se trata de oírnos cuando nos hablamos, sino considerar y atender a lo que decimos, aunque no siempre estemos de acuerdo.”
Laura entonces le plantea a Pedro: - “¿Entonces nunca se dan conflictos en tu grupo?”
Y Pedro continúa hablando:
- “Los conflictos van unidos a nuestra condición social, somos seres sociales que se relacionan y que a veces diferimos en nuestros intereses, pero también que argumentamos, comprendemos y respetamos. El conflicto es una oportunidad siempre para aprender a convivir. En el conflicto hay una confrontación entre dos o más protagonistas cuyos intereses o necesidades chocan. Creo en ese espacio y momento de reflexión ante el conflicto, donde el objetivo no es punitivo, el castigo no modifica la conducta, sino educativo, dotando de herramientas que ayuden a la resolución pacífica de los conflictos y mejorar las relaciones interpersonales.”
Después de todo este tiempo de reflexión, Laura le dice a Pedro: “¡Qué importantes son tus caricias cada mañana!”