miércoles, 10 de abril de 2019

Sobre la imagen social del profesorado, por Jesús Rubio Jiménez

Sobre la imagen social del profesorado, por Jesús Rubio Jiménez, orientador del IES El Tablero de Córdoba.

Como corresponde a su interés social, la educación es un tema recurrente en los medios de comunicación. No obstante, en muchas ocasiones recibe un tratamiento superficial y poco realista. Tanto en el ámbito periodístico como en la discusión pública, tengo la impresión de que el discurso educativo se está forjando en torno a ciertos lugares comunes que deforman la percepción del fenómeno al que se refieren presentándolo de una manera simplista y poco clarificadora. Los estereotipos cuentan con la fuerza de la simplicidad y la repetición, que termina concediéndoles un simulacro de evidencia. Un ejemplo son los clichés usados para describir a los docentes, que de tan repetidos terminan estableciéndose como imágenes canónicas usadas para pensar o hablar acerca de los maestros y profesores. Voy a centrarme en dos de ellos que, aunque suponen valoraciones muy diferentes del profesorado —una denigradora y la otra laudatoria—, comparten la desventaja de ser versiones estereotipadas o caricaturizadas de la realidad. El primer cliché es el del profesor como profesional desmotivado; el segundo, el del profesor vocacional.
El docente desmotivado.
Hace unos días podía leerse en la web del diario El País un titular bastante llamativo: «La falta de formación y motivación de los profesores de música impide aprovechar las tecnologías disponibles». El titular era evidentemente malintencionado y no tenía mucho que ver con los datos del estudio al que hacía referencia (el titular era tan desafortunado que si ahora entramos en la noticia lo encontraremos modificado. La nueva versión es algo más suavizada, pero sirve igual a nuestro análisis: «La falta de formación y motivación limita el uso de las tecnologías disponibles para enseñar música»), pero no es eso lo que nos interesa aquí. Lo muestro más bien como ejemplo de un cliché especialmente dañino que se ha hecho habitual en nuestros medios y que consta de dos afirmaciones sencillas: «la tecnología ofrece solución a muchos de los problemas del sistema educativo / la falta de vocación e interés del profesorado frena el desarrollo de estas soluciones». Debo decir que a mí ambas proposiciones me parecen falsas, pero, aunque la primera fuese cierta (algunos de mis compañeros docentes así lo creen), la segunda no lo es en absoluto. Tan es así que las tecnologías que están logrando implantarse con mayor éxito en los centros educativos lo están haciendo a costa del esfuerzo de un profesorado que no recibe ni los recursos ni la atención necesaria por parte de la administración. Si hoy en día las faltas de asistencia o las notas de nuestros hijos se recogen instantáneamente en una plataforma informática a la que podemos acceder desde el móvil (así ocurre en muchos centros andaluces a través de iPasen), no es precisamente porque la administración educativa haya dotado al profesorado de dispositivos móviles para ello. Cada docente utiliza su «aparatito» personal y dedica tiempo extra para que esto pueda ocurrir. La imagen del docente desmotivado es, como todo estereotipo, un artefacto útil para justificar ciertos discursos. La sola idea de intentar representar a un número enorme de personas como un colectivo relativamente homogéneo es absurda. Pero es que, además, se da el caso de que hablamos de una profesión que, por sus características, tiende a verse obligada suplir las deficiencias de su puesto con determinadas concesiones personales: hace poco leía a una profesora preguntar en su cuenta de twitter cuántos de los docentes que la seguían habían comprado material de su propio bolsillo para usar en clase; aunque se trate de pequeños gastos sin importancia, creo que casi todos responderíamos afirmativamente. Con el tiempo de trabajo ocurre algo parecido: la enseñanza es un sector en el que es fácil involucrarse hasta el punto de ocupar parte de nuestro tiempo personal. Hagamos una prueba. Estoy escribiendo estas líneas en mi casa la noche de un sábado después de haber acostado a mis hijas (sí, ya sé que no es un plan muy interesante para la noche de un sábado, pero qué quieren que les diga, los hay peores). ¿Habrá profesores realizando tareas propias de su trabajo en estos momentos? Aunque no tenemos forma de saber quién está corrigiendo exámenes o preparando clases, sí que puedo conocer el número de personas que están registrando notas o escribiendo informes oficiales, pues para ello deben conectarse a la plataforma Séneca. Así que accedo a la plataforma y… el sábado 30 de marzo, a las 22:45 de la noche, hay 2304 usuarios conectados. Trasteando un poco encuentro otro dato interesante: en el día de hoy (recordemos que es sábado) se han generado 3176 documentos en la plataforma Séneca. Parece que sí hay quien dedica parte de su tiempo libre a cuestiones laborales.
La imagen del profesor como alguien acomodado y desfasado ha sido promovida de manera irresponsable por políticos y medios de comunicación con distintos intereses (desde fomentar la venta de determinadas tecnologías a desprestigiar a colectivos políticamente incómodos), y suele acompañarse de un elemento adicional: el recelo ante la observación/evaluación de su trabajo. Precisamente hace unos días leía el siguiente tuit de El País-Educación: «Paulo Santiago, de la OCDE, cree que uno de los grandes problemas de la educación en España es el miedo de los docentes a abrir las puertas del aula. Una especie de aversión a la supervisión externa». La persistencia en esta caracterización de los profesores como personas reacias a la supervisión es algo que me causa una gran perplejidad, ya que en ninguno de los trabajos que he desarrollado antes de dedicarme a la enseñanza he notado tanto control como en este. En primer lugar, y centrándonos solo en la acción docente, los profesores desarrollamos gran parte de nuestra labor en un espacio social —el aula— donde unos 25 ó 30 estudiantes están (algunos más, otros menos) pendientes de nosotros. Estos chicos a su vez hablan de su experiencia en clase con otros compañeros, con otros profesores, con sus familias, etc. Por otro lado, las aulas no son espacios herméticos que flotan en el espacio al modo de la famosa Tardis de Dr. Who; se trata de habitáculos situados unos junto a otros y relacionándose dentro de un espacio más amplio del que forman parte. No es extraño que los profesores sepamos qué está ocurriendo en las distintas aulas del pasillo en que nos encontramos, como tampoco lo es que colaboremos o participemos con otros compañeros. Debo decir, además, que en pocos trabajos ocurre con tanta frecuencia que las puertas estén abiertas de par en par (yo me acuerdo de cerrarlas cuando me molesta el ruido de las clases circundantes, por ejemplo). Pero además de este entorno que a mí me parece incompatible con el hermetismo, ocurre que el profesorado es actualmente un profesional controlado por un buen número de instancias: además del «control» no formal que podemos tener de estudiantes, familias y compañeros con los que trabajamos, hay una supervisión formal y explícita de los equipos directivos, la inspección educativa e incluso agencias de evaluación (en Andalucía ha sido la AGAEVE en estos últimos años).
El docente vocacional.
Frente al estereotipo del profesor desmotivado aparece el del docente vocacional. En la imaginería social, el docente vocacional es un caso atípico; es alguien que se enfrenta al resto del profesorado, un lobo solitario que carga sobre sus espaldas la dignidad de la profesión en su esforzado intento por transformar la vida de sus alumnos.
La figura del profesor vocacional es recurrente en el ámbito de la ficción. El club de los poetas muertos, Diarios de la calle, Los chicos del coro, Mentes peligrosas, casi cualquier película que nos venga a la mente relacionada con la educación hace uso de este perfil en el que la profesión ocupa toda la vida. No es raro que estos personajes vivan solos y no cuenten con otros intereses u obligaciones (¡la profesión es su vida!). A veces incluso rompen con pareja y amigos por no entender los demás esa dedicación a tiempo completo con su misión educadora. Estos personajes no tienen hijos que cuidar, no atienden a familiares enfermos ni visitan a amigos, no viajan ni viven experiencias que les alejen de su preocupación principal; todo su esfuerzo está en resolver, de una vez y para siempre, los problemas de un puñado de chicos cuyas vidas se verán trastocadas por su trascendente labor. Pero ocurre que la vida real no tiene la épica de la ficción; es un terreno prosaico pero complejo donde las leyes de la narrativa no funcionan del todo bien. El estereotipo del profesor vocacional no es un perfil realista y, desde luego, sus resultados no son, en la compleja trama de la realidad, tan predecibles como lo son en la ficción.
Es fácil caer en el elogio del docente vocacional: leemos una noticia en la que se cuenta que un profesor ha dedicado el verano a rodar un corto con sus alumnos y nos emocionamos con su ejemplo; nos cuentan que una maestra está ofreciendo clases de repaso por las tardes y sentimos admiración; yo mismo he presentado unas líneas más arriba algunos datos de profesores trabajando un día no laborable de una manera más o menos elogiosa. Sin embargo, me parece que aquí hay una trampa peligrosa. La apelación a lo vocacional tiende a ser una simple coartada para atacar nuestros derechos laborales: ¿Que echas más horas de las que debes?, es lo que tiene dedicarse a una profesión vocacional; ¿que no cuentas con los recursos mínimos para desarrollar tu trabajo?, si te apasiona lo tuyo puedes sacar de donde no hay. Y así con todo. Dejémoslo claro, si el buen desempeño de una profesión consiste en dedicar tu tiempo libre a ella, si consiste en reducir tu vida familiar o tu lícito tiempo de ocio, me parece que entonces no estamos hablando de una profesión, sino de otra cosa.
Conclusión.Hemos visto cómo el discurso público suele hacer uso de determinados estereotipos que en cierto modo desnaturalizan el sentido de la profesión docente convirtiéndola en algo diferente, en una versión caricaturizada que nos aleja de las complejidades de lo real. Estas caricaturas (ya sea en su versión satírica o en la elogiosa) sirven de apoyo a discursos más interesados en culpabilizar o demonizar al profesional de la docencia que en comprender o mejorar su desempeño. Frente a las caricaturas de la abulia y la vocación, creo que es más útil y realista hablar de profesionales. Los medios harían bien en dejar de intentar plasmar relatos sobre santos abnegados por un lado, y pícaros indolentes por otro, para simplemente tratar describir en qué consiste la profesión docente. Quizás desde esta perspectiva dejaríamos de lado estas imágenes personalizadas que no nos llevan a ningún sitio y para empezar a pensar en aspectos más estructurales y útiles: qué requisitos se exigen o no para desarrollar la profesión, qué espacios y qué condiciones son preferibles, qué herramientas y tecnologías son prioritarias y cómo se implementan, etc., etc., etc.

jueves, 21 de marzo de 2019

Convivir: la importancia de educarse en valores, por Pepe Cantillo


Convivir: la importancia de educarse en valores, por Pepe Cantillo, catedrático de filosofía y antiguo asesor en el Centro de Profesorado de Torrent (Valencia).

Previo a entrar en materia y puesto que educar en valores implica aceptar una serie de normas morales, acoto qué supone ser moral, inmoral o amoral. La RAE define moral como “doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican”.
Las personas morales son aquellas que actúan razonando sus decisiones para poder justificar su comportamiento. Por el contrario la persona inmoral conoce las normas y valores sociales, pero solo los cumple si le conviene. Es decir, vive de espaldas a dichas normas y las infringe buscando solo el interés personal. La persona amoral no considera necesario justificar sus acciones, por lo que vive al margen de las normas por creerlas “desprovistas de sentido moral” (sic). Le es indiferente cualquier tipo de moral.
La persona desmoralizada es aquella que ha perdido (ha renegado de) el valor de las normas por contagio con otras personas o por falta de coraje, razón por la que ha errado el camino que orientaría su vivir. Desmoralizar subsume la presencia de un tercero capaz de “corromper las costumbres con malos ejemplos o doctrinas perniciosas” (sic). Vulgarmente entendemos por estar desmoralizados cuando se produce en la persona un malestar, una caída de ánimo, un desinterés, un “abandono de sí mismo o de las cosas propias” (sic).

Doy paso a la importancia de los valores tanto para la persona como para la sociedad en la que vivimos. Los valores son referentes de actuación moral dentro de cada sociedad. Dichos valores los “incorporamos a la propia manera de ser, de pensar y sentir” desde la familia que es la base de todo comportamiento (positivo o negativo). Son interiorizados por mímesis (imitación) del modelo parental.
Los valores morales se refieren al conjunto de normas (y costumbres) propias de una sociedad. Dichos valores establecen la diferencia entre la actuación correcta y la incorrecta o negativa. Honradez, respeto, responsabilidad nos dan pista de entrada para ser morales.
Los valores sociales regulan las relaciones interpersonales dentro de cada comunidad. En su conjunto son aquellos que perfilan por dónde debe discurrir el recto proceder social que se espera de las personas pertenecientes a una comunidad. Su finalidad es mantener el equilibrio en el conjunto de individuos que integran dicha sociedad. Como ejemplo pueden valer la lealtad, tolerancia, solidaridad y pacifismo.
En resumen, los valores nos ayudan a construirnos y realizarnos como personas. Frente a los valores positivos están los negativos o contravalores que nos restan parte de nuestra dignidad como personas…
Englobando los campos citados, valores básicos serían los siguientes: libertad, amor, paz, justicia, responsabilidad, honestidad, equidad, respeto, generosidad, gratitud, empatía, amistad, verdad…, entre otros muchos. Éste es el desafío.
La importancia de educar, educarse y dejarse educar es el desafío del s.XXI ¿Por qué? Hemos perdido una cierta valoración del yo personal y del tú social, lo que nos lleva a una situación de manga ancha (laxitud moral) que nos impide ser personas completas. El desafío es reponer y reparar parte de todo ese conjunto de valores que hemos dejado de lado por comodidad, porque nadie nos dijo por dónde y hacia dónde caminar.
La escuela no tiene, ni puede, ni debe tener la exclusividad de la educación. Es un pilar más para educarnos y sostener el edificio de la persona y de la sociedad en la que se desenvuelve. La escuela, en determinados aspectos, en educación moral por ejemplo, debe remachar lo positivo que ya sembraron y floreció en el seno familiar. 
Finalidad de la educación en valores: reforzar el pensamiento crítico de los escolares es el gran reto de nuestro sistema educativo aun al margen del sistema político. ¿Razones? El objetivo es conseguir ciudadanos autónomos con conocimientos, actitud crítica y responsable donde cada cual cumpla con su cometido.
La moderna sociedad subrepticiamente nos prepara para no pensar y así vivir en rebaño. Partido político que sube a gobernar quiere dejar constancia de su paso, razón por la que tenemos leyes educativas que no les dio tiempo a madurar.
Hay crisis de valores provocada por una serie de factores, desde que nos dejamos llevar por la manga ancha pensando que todo el monte es orégano; es decir, creyendo a pie juntillas (firmemente) que todo nos está permitido, que la vida es un suspiro y hay que vivirla a tope, caiga quien caiga.
Frente a este tipo de planteamientos, los valores son asumidos como un bien para la realización y desarrollo personal y se identifican con lo bueno, lo perfecto, lo valioso. En la otra cara está lo malo entendido como ausencia de bien y que a la postre reporta maldad contra los demás y contra uno mismo.
Valga de ejemplo la sociedad en la que vivimos. A estas alturas no es un secreto para nadie que el tablero de lo público lo tenemos revuelto y convulso en lo referente a una serie de valores que hasta no hace mucho creíamos que estaban a salvo de la carcoma. Honradez, veracidad, responsabilidad o cumplir con la palabra dada eran referentes éticos en nuestro entorno.
Dichos valores los admirábamos, a la par que los imitábamos, desde los modelos ofrecidos y transmitidos por el entorno social. Por contra, en los tiempos que corren sólo oímos hablar de corrupción, fraude, falsedad, mentiras gordas como piedras de molino que, poco a poco, van oscureciendo el panorama.
¿Para qué sirven los valores? Para crecer y educarnos como personas responsables, justas y competentes moralmente.
Los valores éticos regulan la conducta de los individuos como miembros del conjunto humano. Dichos valores son de carácter más universal, por ejemplo la verdad, la justicia, la libertad, la felicidad, entre otros. Los valores éticos están en crisis, siempre lo han estado, porque nunca logran alcanzar la meta deseada y carecen de importancia si los comparamos con los espejismos que parecen dirigir nuestras vidas (éxito, dinero, placer…). Por suerte esa insatisfacción nos recuerda que no solo vale lo que produce dinero. Los valores que inspiran los Derechos Humanos y fundamentan las Constituciones políticas son aceptados como universales: igualdad, la vida, la paz, la libertad. Otro cantar es que se cumplan.
¿En qué valores educar? En aquellos que nos permitan vivir buscando la posible felicidad como sujetos concretos; que nos preparen y enseñen a compartir con otros sujetos y en tercer lugar que nos permitan con-vivir con personas cercanas, tanto autóctonas como venidas de otros lugares.
En resumen, los valores positivos ayudan a construirnos y realizarnos como personas. Frente a dichos valores positivos están los negativos o contravalores que nos restan parte de nuestra dignidad como personas…
Dejo unas referencias de posible material para trabajar en distintos niveles educativos. “El Convivenciario. Cuentos_con_valor”, ofrece un material didáctico y lúdico con el que aprender a convivir mejor. Cito algunos valores para trabajarlos en clase: amistad, respeto, igualdad, solidaridad, sinceridad, agradecimiento, empatía, responsabilidad, humildad, confianza… A cada valor le acompaña un cuento como material base. Su autor, Juan L. Onieva también ha publicado “El diario de la convivencia en clase”.
Posibles técnicas de trabajo de carácter general para emplear en clase y según el nivel:
- Clarificar valores partiendo de frases inacabadas: la meta de una persona honrada es…
- Diálogo clarificador obligando a reflexionar sobre ello: ¿eso es algo que aprecias?
- Lista de valores: ordénalos de mayor a menor importancia para ti. Explica por qué.
- Discusión de dilemas morales: señalar valores en juego, toma de posición ante un valor.
- Cine fórum con ulterior discusión en grupo y posible redacción matizando los valores.
- Postura crítica partiendo de la comparación de una noticia en varios digitales.
- Algunas otras técnicas a utilizar: Phillips 6/6. Torbellino de ideas. Estudio de casos. Sobre el trabajo con cuentos remito a El Convivenciario. (*)

(*) ¡Ojo! a los derechos de autor. 7 propuestas para trabajar la convivencia en el aula. Descárgalo gratis en edesclee.info con el código: 7PROPUESTAS2961


jueves, 7 de marzo de 2019

Elige tu camino: prevención socioeducativa a través de la música urbana, por Francisco Córdoba Alcaide

Elige tu camino: prevención socioeducativa a través de la música urbana, por Francisco Córdoba Alcaide, orientador escolar y profesor asociado del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba.

“Elige tu camino” es una propuesta de intervención psicosocial y educativa que usa el rap como recurso didáctico. Se trata de un proyecto interdisciplinar, en el que están implicados profesionales de diferentes perfiles, que se implementa en el IES Guadalquivir, centro educativo situado en una zona de exclusión social de Córdoba (España).
Este proyecto surge tras un diagnóstico de necesidades en el que se detectó que un centro de interés relevante para el alumnado era escuchar y producir música urbana, especialmente rap. Para ello se diseña una propuesta didáctica de integración curricular desarrollada, tanto desde la orientación-tutoría, como desde las materias de inglés y música. Se ha contado con la colaboración del músico urbano Sergio López Sanz (HAZE), natural de Sevilla, del barrio de Los Pajaritos y un referente del alumnado del centro al fusionar rap con flamenco.
La experiencia práctica se implementó durante los cursos 16/17 y 17/18, contando con la colaboración de toda la comunidad educativa. Los destinatarios de la intervención fueron los alumnos y alumnas de los cursos de la Educación Secundaria Obligatoria.
El siguiente enlace muestra un cortometraje a modo de resumen del proyecto y sus características:
https://www.youtube.com/watch?v=L5GLvPlRlNM
El objetivo general ha sido el de contribuir al desarrollo socioemocional del alumnado, prevenir conductas de riesgo e incrementar la motivación hacia el aprendizaje y el estudio a través del rap. Los objetivos específicos fueron: trabajar el rap de manera integrada desde diferentes áreas como fórmula de motivación para el alumnado; analizar letras de canciones y experiencias vitales de raperos; y, realizar actividades que mejoren la convivencia escolar e incrementen recursos personales asociados a la prevención de la violencia tales como la autoestima, la competencia social o las estrategias para la resolución de conflictos.
El rap supone un estímulo motivador para el alumnado que apoya su aprendizaje y enlaza con el currículo ordinario y la acción orientadora y tutorial. Presenta una serie de ventajas añadidas, tales como: la vitalidad del idioma empleado en este tipo de música; el uso de la poesía y las rimas, algo que puede facilitar el aumento del vocabulario; la espontaneidad y creatividad, y la necesidad de enfrentarse a un auditorio para intervenir en público. Además, el rap, como forma de expresión rimada y rítmica también puede relacionarse con las prácticas mnemotécnicas utilizadas para facilitar el recuerdo de listas o secuencias. Todos estos aspectos pueden facilitar y estimular el  aprendizaje y el desarrollo humano, en general, y la reflexión y el análisis crítico sobre aspectos de la vida cotidiana, en particular.
Entre las actividades realizadas destacan: el taller de rap en el que se ha practicado la rima y la improvisación y se ha realizado una introducción a la poesía; el desarrollo de una unidad didáctica sobre la música (seis canciones) y experiencias vitales de HAZE; actividades innovadoras para practicar inglés (paralelismos entre HAZE y JAY Z, rap en inglés); una composición musical con una base de rap, una investigación sobre los raperos flamencos y una introducción a la técnica del cajón flamenco como base rítmica del rap, entre otras.
Para aquellos lectores que estén interesados en ampliar la información les recomendamos los siguientes materiales y enlaces:
  • Moyano, M., García, A.I., Pérez, M., Gracia, J., Mediavilla, I., Córdoba, F. (2018). El rap como recurso para promover la convivencia y prevenir la violencia escolar: una propuesta psicosocial y educativa En O. Nail Kroyer y C. Monereo Font, Gestión y liderazgo en el ámbito de la convivencia escolar, 175-187, Santiago de Chile: RIL editores.
    Se trata de un capítulo de libro en el que se exponen las principales características del proyecto, entidades implicadas y un breve resumen de las actividades, incluyendo una descripción de las mismas, los recursos necesarios para su ejecución así como los resultados de aprendizaje esperados. 
  • ELIGE TU CAMINO: UNA PROPUESTA PSICOEDUCATIVA PARA JÓVENES ENTRE EL RIESGO Y LA OPORTUNIDAD SOBRE CANCIONES DE HAZE.
    https://www.amazon.es/Elige-tu-camino-Jose-Blanco/dp/8409023857
    Libro publicado por los participantes en el proyecto, que cuenta con la participación del propio HAZE y con prólogo del juez de menores Emilio Calatayud. A partir de canciones de HAZE se abordan educativamente temáticas de interés. Drogas y adicciones, trayectorias delictivas, conflictividad, absentismo y abandono escolar, bullying, relaciones de pareja, embarazos no deseados, pandillas juveniles y tribus urbanas, la discriminación y la xenofobia, la violencia sexista o la importancia de la toma de decisiones. El material se completa con seis propuestas de aprendizaje basadas en proyectos relacionados con elementos transversales para educar en valores y hábitos de vida saludables.
    Este trabajo fue realizado, en parte, gracias al apoyo del proyecto de investigación (PIV-029/17) y al proyecto de elaboración de materiales curriculares (MCO-003/17), financiados por la Consejería de Educación (Junta de Andalucía, España).
    Los beneficios de la venta y distribución de este libro van destinados de manera íntegra a la Fundación Acuarela de Barrios. Esta Fundación es una entidad privada sin ánimo de lucro, no confesional e independiente, que nace en el año 2012 con la misión de favorecer el desarrollo integral de menores y jóvenes que se encuentran en situación de riesgo o exclusión social.
  • http://iesguadalquivir.org/
    @iesguadalquivir
    Página de web del IES, en la que ampliar información acerca del contexto, comunidad educativa, proyecto educativo y enlace de twitter.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Adolescentes, porno, móviles y reglas de uso, por Pablo Poó Gallardo

Adolescentes, porno, móviles y reglas de uso, por Pablo Poó Gallardo, profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Margarita Salas de Sevilla.

Hace poco leía, en un magnífico reportaje de El País titulado “Sí, tus hijos ven porno (y así les afecta)”, que la edad media de inicio al consumo de pornografía, en España, se situaba en 5º-6º de Primaria, es decir, alrededor de los nueve años; es decir, cuando se hace la primera comunión.
Los expertos apuntaban a un motivo principal: es una efeméride en la que el regalo estrella suele ser el teléfono móvil. El nombre que le hemos dado a ese aparato es malévolo, engañadizo. Oculta, con una adjetivación inocente que solo alude a su portabilidad, que se han rebasado con creces las barreras semánticas de lo que, antaño, conocíamos como “teléfono”. ¿Que un teléfono móvil es solo un teléfono que se mueve? Esa categorización encajaba con los primeros inalámbricos, aquellos aparatos monstruosos más parecidos a los walkie-talkies del Equipo A que a teléfonos de casa sin cable.
Un teléfono móvil es un ordenador con conexión a internet: es una puerta a un mundo cuyas reglas no conocemos, reconozcámoslo. Sin embargo, nos extraña que nuestros hijos consuman porno con tan solo nueve años. A través del móvil, por supuesto. Ese móvil que le han regalado en la comunión, como si entre la infancia y la adolescencia se hubiera perdido la transición.
Las consecuencias son brutales: están aumentando alarmantemente las denuncias de chicas que practican conductas de riesgo sexuales como pueden ser la asfixia o el sexo anal, simplemente porque sus novietes lo han visto en su móvil y consideran que el sexo es lo que muestra la pornografía. Una sexóloga, incluso, apuntaba que en su consulta son numerosos los adolescentes que se consideraban eyaculadores precoces porque no eran capaces de llegar a los 45 minutos que se alcanzan en algunas de sus películas favoritas.
No tienen la conciencia de que es ficción. Es mucho más fácil entenderlo cuando el argumento de una película trata sobre viajes en el tiempo o monstruos que vienen a verte, pero ¿que en algo tan cotidiano como el sexo tenga cabida la ficción? Para nuestros jóvenes no es concebible.
Pero, claro, hablar de sexo con tus hijos es incómodo. La educación sexual está prácticamente en busca y captura tanto en los hogares como en la escuela. Salvo en Avilés, una especie de aldea de irreductibles galos de la educación sexual que ha puesto en práctica un programa de información a adolescentes a través de charlas en los institutos e, incluso, de la cesión de un número importante de horas lectivas a ello. Sería útil plantearse la necesidad de que determinadas asignaturas (no voy a caer en la trampa de nombrar ninguna) sigan formando parte del currículo escolar y cedan su sitio a otras tales como educación sexual, educación vial, uso seguro de internet…
Mientras tanto, ahí seguiremos, pensando que el tema no va con nosotros, que nuestros hijos no ven porno y que, ¡caramba, si este año hace el mío la comunión!