martes, 30 de diciembre de 2014
miércoles, 17 de diciembre de 2014
Bilingüízate con Joaquín Sánchez
Bilingüízate es una sección en la que nos acercamos, a través de un cuestionario, a profesores, profesoras, padres y madres de alumnos de centros educativos bilingües o que se plantean serlo para que nos cuenten sus experiencias y opiniones sobre este Plan de Plurilingüismo.
En esta ocasión, nuestro protagonista es Joaquín Sánchez Ruiz, Profesor de Francés y Coordinador de Bilingüismo del IES Ulia Fidentia de Montemayor, centro bilingüe francés.
En esta ocasión, nuestro protagonista es Joaquín Sánchez Ruiz, Profesor de Francés y Coordinador de Bilingüismo del IES Ulia Fidentia de Montemayor, centro bilingüe francés.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
Hay hombres que luchan un día..., por Pepa Polonio Armada
Hay hombres que luchan un día..., por Pepa Polonio Armada, profesora de Geografía e Historia en el IES Ulia Fidentia de Montemayor.
...Hombres y mujeres. Otros llevamos toda la vida en primera línea, y ahí pensamos seguir mientras el cuerpo aguante. Somos Quijotes luchando contra molinos a sabiendas de que son molinos, aunque haya quien nos quiera convencer de que son gigantes.
Eso es lo que acordamos en el claustro de profesorado del IES Ulia Fidentia hace ya unos años, cuando establecimos como objetivos estratégicos, además del éxito escolar –qué menos para un centro docente- el trabajo por una ciudadanía global y la ética de los cuidados, en el más amplio sentido del concepto.
Eso es lo que acordamos en el claustro de profesorado del IES Ulia Fidentia hace ya unos años, cuando establecimos como objetivos estratégicos, además del éxito escolar –qué menos para un centro docente- el trabajo por una ciudadanía global y la ética de los cuidados, en el más amplio sentido del concepto.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
De maestros y el oficio de crear, por Salvador Camacho Pérez y Ana Mª Mendías Cuadros
Salvador Camacho Pérez es Doctor, Catedrático de Didáctica de Escuela Universitaria, Jubilado y Profesor Colaborador Extraordinario de la Universidad de Granada. Ana María Mendías Cuadros es Doctora, Maestra y Pedagoga. Ambos son miembros del Grupo de Investigación ICE de la Universidad de Granada.
Hay quienes ejercen la enseñanza como un vulgar medio de vida: se llaman docentes. Otros somos maestros, con toda la carga afectiva que incorpora el término. Los docentes se dedican a enseñar, poco o mucho; los maestros nos dedicamos a crear. Queda claro por qué queremos hablar del oficio de crear. El maestro valora su trabajo y exige que lo valoren, no descuida su preparación, quiere a sus alumnos, disfruta con ellos, se hace imprescindible. Para el buen maestro no hay paisaje comparable al de un aula sembrada de afecto, curiosidad e ilusión. Buena parte de lo que somos (y de lo que hubiéramos podido ser) se lo debemos a los maestros que, en unos casos nos han ofrecido el generoso aliento de sus enseñanzas y de su ejemplo y, en otros y para nuestra desgracia, nos han maniatado el alma y nos han quitado la ilusión por aprender.
Soy maestro. Mi entrega y mi amor a los alumnos pueden cambiar el mundo. Porque tengo el inmenso poder de labrar el futuro. Cuidadme para que no decaiga mi entusiasmo y siga sembrando en corazones y mentes la semilla del conocimiento y de la bondad.
Soy maestro. Mi entrega y mi amor a los alumnos pueden cambiar el mundo. Porque tengo el inmenso poder de labrar el futuro. Cuidadme para que no decaiga mi entusiasmo y siga sembrando en corazones y mentes la semilla del conocimiento y de la bondad.
Y una vez sentada la emoción, demos paso a la razón. ¿Qué crea y cómo crea el maestro, el profesor?
- Crea ilusión en el alma del estudiante. No basta con enseñar; no basta con enseñar a aprender: es preciso enseñar el placer de aprender. Sus clases subyugan porque concitan la atracción por la tarea y por el propio maestro. Ahí está el profesor que convence porque está convencido.
- Crea seguridad. Y no se rinde. Para ese profesor los problemas de clase son desafíos a su competencia profesional. Se enfrenta a ellos con determinación, pone en juego las técnicas aprendidas y el arte que inspira sus acciones. Es una mezcla de método, intuición y creatividad. Sabe que tiene que adaptarse al alumno desde la flexibilidad mental y la flexibilidad metodológica. Posee una personalidad equilibrada y, por ello, ofrece a los alumnos la certeza de unos comportamientos estables y seguros.
- Genera deseo de aprender. Posee una admirable fuerza de persuasión, de modo que atrae fácilmente con sus palabras y con sus hechos. Impulsa, estimula, dosifica adecuadamente la crítica y la alabanza. Es consciente de que su palabra alentadora impulsa al alumno hacia el logro de grandes metas. Anima a los alumnos a ampliar sus horizontes más allá de los contenidos de una asignatura. Como buen profesional, mantiene una permanente tensión hacia su propio perfeccionamiento (sabemos que los profesores, a menudo tienen pocos recursos, capacidades u oportunidades para poder reflexionar sobre las dificultades que se encuentran en el ejercicio de su tarea). Es un profesor actualizado, curioso, con deseos inagotables de saber cada vez más sobre sus propios alumnos y sobre sí mismo, sobre nuevas metodologías o nuevos recursos.
- Despierta curiosidad, afán por descubrir. Es de mente abierta y creativa. Hace de la indagación una potente herramienta de aprendizaje. ¿Existe otra manera de interpretar lo que se nos ofrece como producto acabado y comúnmente admitido? A este profesor le importa verdaderamente que sus alumnos aprendan a plantear y resolver problemas.
- Facilita la adquisición del conocimiento. Te lo explicaré con palabras sencillas –dice– como se habla a los amigos, para que todo lo entiendas. En sus explicaciones de clase es un excelente comunicador científico: es preciso, es exacto, es claro. Genera necesidades intelectuales y las satisface. Transita desde el concepto, que es lo esencial, al término, que es lo convencional, no al revés. Le importa el significado de las cosas, su relación con otras cosas. No desea que el alumno recuerde más de lo necesario; quiere que comprenda, que valore, que desarrolle nuevas ideas. En definitiva, que construya un andamiaje de teoría y de práctica con el que convertirse, allá a lo lejos, en un profesional competente o, quizás, en un intelectual. Informa acerca de lo que es sustancial y de lo que es complementario. Encarga tareas plenamente justificadas por su valor didáctico y selecciona la metodología adecuada en función de los objetivos y competencias previamente formulados.
- Facilita la construcción del conocimiento. Es crítico y estimula a serlo. Posee elocuencia, y ello le permite iluminar el entendimiento de los alumnos con verdades desconocidas. Les alerta acerca del peligro que subyace en la sumisión ciega al pensamiento ajeno. Cree en la duda más que en la certeza. Es un experto en el arte de preguntar. Sabe que si la ciencia está en la respuesta, el arte está en la pregunta. No evalúa, no ridiculiza, deja fluir libremente la interrogación sin cortapisas, sin bloqueos. Y sabe que la verdadera enseñanza comienza cuando el maestro pregunta, no cuando responde. Construye o reconstruye el conocimiento y permite construirlo.
- Crea las condiciones para que el alumno madure. No se lo da todo hecho. Lo que el alumno pueda hacer por sí mismo, hágalo; del resto se ocupará el profesor. Y aquí evidencia su capacidad para planificar con rigor las secuencias de un aprendizaje efectivo con guías primorosamente elaboradas que conducen al alumno inexorablemente al objetivo previsto. Para este maestro, sus alumnos son un orgullo porque son su obra.
- Crea unas redes de comunicación variadas y fluidas. Aprovecha las facilidades que otorgan los nuevos medios para intercambiar mensajes con distinta finalidad. Informa sobre resultados de trabajos o de exámenes, comenta incidentes de clase, agradece colaboraciones especiales.
- Genera sorpresa. La puerta del aula separa dos mundos: fuera, el de lo cotidiano y, quizás, la rutina; dentro, la frescura de lo inesperado. La rutina genera ambientes de desmotivación y, por eso, el maestro sorprende con nuevos enfoques, con nuevas metodologías, con novedosas interpretaciones. Cuando despliega sobre su mesa los útiles de trabajo, los alumnos saben que de aquella chistera saldrá, al menos, un conejo.
- Crea un clima relajado y abierto. Para una enseñanza aburrida no hace falta un maestro; basta con un docente (ya nos entienden). Existen relaciones educativas que enriquecen, que permiten crecer, que fomentan la autonomía y la responsabilidad y otras que disminuyen y que generan dependencia. Todo profesor sabe que una relación dominante o restrictiva proporciona experiencias de aula de menor calidad que una de tipo democrático donde los intercambios son frecuentes y donde predomina el respeto y el sentimiento de la tarea compartida. .
Es, en resumen, un creador de ilusión, de saberes, de métodos, de seguridad, de confianza. Y nosotros nos identificamos con él.
- Crea seguridad. Y no se rinde. Para ese profesor los problemas de clase son desafíos a su competencia profesional. Se enfrenta a ellos con determinación, pone en juego las técnicas aprendidas y el arte que inspira sus acciones. Es una mezcla de método, intuición y creatividad. Sabe que tiene que adaptarse al alumno desde la flexibilidad mental y la flexibilidad metodológica. Posee una personalidad equilibrada y, por ello, ofrece a los alumnos la certeza de unos comportamientos estables y seguros.
- Genera deseo de aprender. Posee una admirable fuerza de persuasión, de modo que atrae fácilmente con sus palabras y con sus hechos. Impulsa, estimula, dosifica adecuadamente la crítica y la alabanza. Es consciente de que su palabra alentadora impulsa al alumno hacia el logro de grandes metas. Anima a los alumnos a ampliar sus horizontes más allá de los contenidos de una asignatura. Como buen profesional, mantiene una permanente tensión hacia su propio perfeccionamiento (sabemos que los profesores, a menudo tienen pocos recursos, capacidades u oportunidades para poder reflexionar sobre las dificultades que se encuentran en el ejercicio de su tarea). Es un profesor actualizado, curioso, con deseos inagotables de saber cada vez más sobre sus propios alumnos y sobre sí mismo, sobre nuevas metodologías o nuevos recursos.
- Despierta curiosidad, afán por descubrir. Es de mente abierta y creativa. Hace de la indagación una potente herramienta de aprendizaje. ¿Existe otra manera de interpretar lo que se nos ofrece como producto acabado y comúnmente admitido? A este profesor le importa verdaderamente que sus alumnos aprendan a plantear y resolver problemas.
- Facilita la adquisición del conocimiento. Te lo explicaré con palabras sencillas –dice– como se habla a los amigos, para que todo lo entiendas. En sus explicaciones de clase es un excelente comunicador científico: es preciso, es exacto, es claro. Genera necesidades intelectuales y las satisface. Transita desde el concepto, que es lo esencial, al término, que es lo convencional, no al revés. Le importa el significado de las cosas, su relación con otras cosas. No desea que el alumno recuerde más de lo necesario; quiere que comprenda, que valore, que desarrolle nuevas ideas. En definitiva, que construya un andamiaje de teoría y de práctica con el que convertirse, allá a lo lejos, en un profesional competente o, quizás, en un intelectual. Informa acerca de lo que es sustancial y de lo que es complementario. Encarga tareas plenamente justificadas por su valor didáctico y selecciona la metodología adecuada en función de los objetivos y competencias previamente formulados.
- Facilita la construcción del conocimiento. Es crítico y estimula a serlo. Posee elocuencia, y ello le permite iluminar el entendimiento de los alumnos con verdades desconocidas. Les alerta acerca del peligro que subyace en la sumisión ciega al pensamiento ajeno. Cree en la duda más que en la certeza. Es un experto en el arte de preguntar. Sabe que si la ciencia está en la respuesta, el arte está en la pregunta. No evalúa, no ridiculiza, deja fluir libremente la interrogación sin cortapisas, sin bloqueos. Y sabe que la verdadera enseñanza comienza cuando el maestro pregunta, no cuando responde. Construye o reconstruye el conocimiento y permite construirlo.
- Crea las condiciones para que el alumno madure. No se lo da todo hecho. Lo que el alumno pueda hacer por sí mismo, hágalo; del resto se ocupará el profesor. Y aquí evidencia su capacidad para planificar con rigor las secuencias de un aprendizaje efectivo con guías primorosamente elaboradas que conducen al alumno inexorablemente al objetivo previsto. Para este maestro, sus alumnos son un orgullo porque son su obra.
- Crea unas redes de comunicación variadas y fluidas. Aprovecha las facilidades que otorgan los nuevos medios para intercambiar mensajes con distinta finalidad. Informa sobre resultados de trabajos o de exámenes, comenta incidentes de clase, agradece colaboraciones especiales.
- Genera sorpresa. La puerta del aula separa dos mundos: fuera, el de lo cotidiano y, quizás, la rutina; dentro, la frescura de lo inesperado. La rutina genera ambientes de desmotivación y, por eso, el maestro sorprende con nuevos enfoques, con nuevas metodologías, con novedosas interpretaciones. Cuando despliega sobre su mesa los útiles de trabajo, los alumnos saben que de aquella chistera saldrá, al menos, un conejo.
- Crea un clima relajado y abierto. Para una enseñanza aburrida no hace falta un maestro; basta con un docente (ya nos entienden). Existen relaciones educativas que enriquecen, que permiten crecer, que fomentan la autonomía y la responsabilidad y otras que disminuyen y que generan dependencia. Todo profesor sabe que una relación dominante o restrictiva proporciona experiencias de aula de menor calidad que una de tipo democrático donde los intercambios son frecuentes y donde predomina el respeto y el sentimiento de la tarea compartida. .
Es, en resumen, un creador de ilusión, de saberes, de métodos, de seguridad, de confianza. Y nosotros nos identificamos con él.
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