miércoles, 10 de diciembre de 2014

Hay hombres que luchan un día..., por Pepa Polonio Armada

Hay hombres que luchan un día..., por Pepa Polonio Armada, profesora de Geografía e Historia en el IES Ulia Fidentia de Montemayor.

...Hombres y mujeres. Otros llevamos toda la vida en primera línea, y ahí pensamos seguir mientras el cuerpo aguante. Somos Quijotes luchando contra molinos a sabiendas de que son molinos, aunque haya quien nos quiera convencer de que son gigantes.
Eso es lo que acordamos en el claustro de profesorado del IES Ulia Fidentia hace ya unos años, cuando establecimos como objetivos estratégicos, además del éxito escolar –qué menos para un centro docente- el trabajo por una ciudadanía global y la ética de los cuidados, en el más amplio sentido del concepto.
Ciudadanía es igual a responsabilidad, participación en la toma de decisiones, libertad de pensamiento y respeto hacia las diferencias. Y ello no únicamente en el estrecho marco del instituto o de un pueblo de alrededor de 4.000 habitantes, sino, como diría Manolito Gafotas, en el mundo mundial. Ese mundo que se extiende mucho más allá del Portichuelo, el cortijo de Dos Hermanas y Fernán Núñez.
Ética de los cuidados, que incluye a la persona, a su familia y entorno más próximo, sus relaciones laborales, personales, al medio ambiente… y ello unido también a la expansión hacia fuera, a donde podemos llegar por medio del proyecto bilingüe en francés que trabaja también el inglés, y hacia adentro, a esos rincones ignotos del alma humana que trabajamos a diario desde la imprescindible mejora en las relaciones con los demás y con nosotros mismos.
Para llevar adelante todo esto hacen falta conocimientos y, sobre todo, trabajo de competencias. Esa bestia parda que la normativa nos obliga a evaluar, cuando ya habíamos aprendido a diferenciar entre el 4’5 y el 5, y que ahora nos hace replantearnos si nuestros chavales son capaces de organizar el trabajo o de hablar en público a sus compañeros en castellano, francés e inglés.
El profesorado que trabajamos en el proyecto bilingüe nos metemos cada año en un trabajo colectivo, en el que se coordinan materias y cursos, y en el que se desarrollan competencias básicas: autonomía del alumnado para organizar su trabajo, técnicas de aprendizaje, uso de las TIC, expresión oral, escrita, artística, trabajo matemático, obtención de conclusiones… Son trabajos que implican a todos los cursos y que se exponen a la consideración de todo el alumnado del centro, sea o no bilingüe. Ya llevamos varios años a vueltas con África, y, para colmo, el curso pasado se nos cruzó en el camino Bolivia.
En mayo recibimos a Aleyda Rocabado, una compañera profesora boliviana que trabaja en Colomi y vive en Cochabamba. Más de una hora de viaje de ida y otro tanto de vuelta, en un autobús desvencijado, para ir desde una ciudad más o menos con estándares urbanos normalizados hasta un pueblo que reúne todas las características de las zonas rurales andinas: casas de adobe o de ladrillo sin enlucir, calles sin asfaltar ni pavimentar en su inmensa mayoría, economía informal.
Esa visita era fruto de la colaboración entre Intered y el instituto, y fue el prólogo a otra que giramos el director, Francisco Campos, y yo misma, junto con otras dos profesoras de Granada y otras dos más de Santander, durante el mes de agosto. Fuimos a tomar contacto con Colomi, Cochabamba y Bolivia en general, y así, a vista de pájaro y más que rápido, pudimos establecer unas relaciones que, esperamos, fructifiquen con el paso del tiempo.
Vimos el esfuerzo que hacen los profesionales de la enseñanza en un país que lucha día a día para salir de una situación de pobreza que, en muchos casos, es extrema. Es todavía peor en las ciudades que en las comunidades campesinas, porque la sociedad está más desestructurada y el hambre se añade a la carencia de casi todo. Vimos lo que es trabajar sábados y domingos para poder avanzar en unos conocimientos teóricos y prácticos que les resultan imprescindibles para mejorar en su trabajo. Vimos que no se preocupan tanto por su horario, y que ni siquiera se consideran mal pagados. Pero lo están: unos 150 euros al cambio por un mes de trabajo no dan para vivir, ni aquí ni en Bolivia, cuando un libro o un ordenador tienen precios europeos. De ahí que resulte impagable la labor de instituciones como Yachay Tinkuy (Punto de encuentro para maestros, más o menos literalmente), que facilitan un edificio, ordenadores, biblioteca y personal asesor que les ayuda.
Y, claro está, nos reafirmamos en que hay que seguir en nuestra línea, hasta lograr los objetivos estratégicos fijados. Montemayor se extiende más allá del Atlántico y de la cordillera. Este verano llegó hasta Uyuni y el lago Titicaca, y ahora mismo está tratando de descubrir el corazón de las tinieblas en las aguas del río Congo, junto con Caddy Adzuba y su lucha por la dignidad humana. Se nos cruzan también por delante las personas con necesidades que conviven con nosotros día a día, y la obligación moral de velar por un mundo que se nos ha dado para que lo mejoremos, no para agotarlo o para explotarlo miserablemente.
En ello andamos. Los molinos nos rodean con sus brazos como los del gigante Briareo, y todos los encantadores buscan dejarnos inmóviles. Pero… ahí seguimos, y seguiremos mientras Rocinante y los demás consigamos recomponer las armas, ponernos en pie, y podamos seguir adelante.

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