Objetivo Londres: integración y acogida de refugiados e inmigrantes en Europa. Por Francisco Roig Pérez, maestro de Inglés y secretario del CEIP Gran Capitán de Montilla.
Los que trabajamos enseñando idiomas modernos en algún centro educativo nos encontramos cada día con pequeños obstáculos lingüísticos relacionados con las diferentes maneras que tenemos los seres humanos para expresar una misma idea. Especialmente, en las costumbres y en el lenguaje coloquial. Este mismo escalón y muchos otros son los que tienen que superar personas que vienen a nuestra sociedad de otros países buscando una vida mejor.
Desarrollar la capacidad de hablar otras lenguas no sólo es aprender a traducir, también comprende algo muy importante como es imbuirse en las tradiciones y costumbres de los países en los que la gente emplea ese idioma. Por lo tanto, resulta enriquecedor que los docentes que enseñamos inglés y estamos en contacto con alumnos inmigrantes y/o refugiados podamos viajar a alguna ciudad donde esa sea la lengua nexo de unión entre las distintas nacionalidades que tenemos experiencias y aprendizajes por recibir y compartir. Tener la oportunidad de ver en vivo a otros compañeros de oficio, utilizando como herramienta lo que en España es nuestro objeto de estudio, nos brinda la oportunidad de asimilar de forma natural muchos aspectos en un contexto profesional enriquecedor.
Con esos pensamientos en mente, no fue difícil rellenar todos los impresos necesarios para solicitar el proyecto de movilidad KA1 que finalmente presentamos desde nuestro centro educativo, dentro del programa europeo Erasmus + que promueve la mejora de la práctica docente desde los objetivos que nos marcamos. Nos planteamos esa oportunidad como una manera de enriquecer a nuestros alumnos a partir del crecimiento de la capacidad profesional de quienes resultamos seleccionados para participar en el programa. La ausencia durante una semana que provisionalmente generaríamos en nuestro centro de origen se vería recompensada después. Allí encontraríamos apoyo, formación y cooperación. Aquí aportaríamos nuevos conocimientos y nos encontraríamos con que nuestra competencia profesional adquirida sería sensiblemente superior una vez terminamos.
Estando en Londres, la organización del curso denominado “Different cultures in Europe, the art of coming together” nos recibió cálidamente y nos agrupó a todos los docentes en una sala, lo cual nos permitió también intercambiar experiencias profesionales y aprender otras maneras de integración de alumnos refugiados e inmigrantes puestas en marcha en otros países europeos. Algunos de nosotros, aprovechando la cercanía generada en el día a día, establecimos lazos amistosos y visitamos en pequeños grupos la parte turística y menos turística de la ciudad en nuestro tiempo libre. Algo que también resultó enriquecedor porque pudimos formar parte de la sociedad londinense por una semana. Siguiendo sus hábitos y hablando de forma distendida y cercana con camareros, dependientes, taxistas, trabajadores de museos, por ejemplo, adquiriendo, además, una destreza comunicativa alejada de la estrictamente académica.
Durante el curso, tuvimos la posibilidad de aprender por observación cómo los docentes nativos realizaban su labor profesional y cómo su alumnado respondía a las actividades planteadas. En la mayoría de los casos, las estrategias seguidas eran muy similares a las desarrolladas en nuestro centro educativo. Se hizo hincapié en la atención más concreta de la diversidad estudiando algunos casos puntuales, principalmente relativos a sus costumbres, como los horarios o el tipo de alimentación, el tiempo dedicado a los descansos, los juegos que practicaban en el patio o la manera que tienen de organizarse en la sociedad dentro del mismo grupo para realizar alguna actividad.
El clima generado por los docentes fue bastante agradable. El trato tranquilo y educado, en ocasiones exquisito, nos transmitió la idea de que el cuidado de las formas educacionales en integración del alumnado es muy importante en países como Reino Unido, Alemania o Suecia. Tuvimos sesiones tales como tratar los estereotipos y la dinámica de grupo, enfrentarse al manejo de una clase multicultural o estrategias de integración a nivel de instituciones. Distintos profesionales expusieron su trabajo diario por nuestra mejora profesional. Interesantes las horas dedicadas a aprender las maneras de interactuar un país con grupos de refugiados e inmigrantes de diversa procedencia, ya que nos permiten adquirir ideas para extrapolarlas a aquellos casos que se den cercanos a nosotros.
En general, la estancia resultó muy intensa, enriquecedora y completa. No paramos un momento de participar activamente como nuevos miembros de la sociedad británica. A la hora de las comidas, porque debíamos interactuar con soltura para hacernos entender y para poder comprender a nuestros interlocutores camareros. A la hora de las clases, porque su dinámica nos obligaba a estar atentos en todo momento y exponer nuestras experiencias concernientes a la práctica docente en nuestro país. Durante los ratos libres, por detalles como atender a la circulación de los coches que, al ser contraria a la española, debíamos mirar a nuestra derecha para no ser atropellados, o por leer las indicaciones de las líneas de autobuses y metro. Más tarde, al llegar a España, la sensación que queda en el recuerdo es muy positiva porque nos sentimos un poquito más cerca del idioma que día a día estamos inculcando en nuestras aulas y, por supuesto, más cercanos a los alumnos y familiares que proceden de otros países, empatizando con una particular sensibilidad en sus diferentes e increíbles culturas, lo cual nos hace más grandes como personas y como docentes. Es por esto que hay que agradecer que existan programas europeos que nos permitan vivir y desarrollarnos tendiendo puentes.
Desarrollar la capacidad de hablar otras lenguas no sólo es aprender a traducir, también comprende algo muy importante como es imbuirse en las tradiciones y costumbres de los países en los que la gente emplea ese idioma. Por lo tanto, resulta enriquecedor que los docentes que enseñamos inglés y estamos en contacto con alumnos inmigrantes y/o refugiados podamos viajar a alguna ciudad donde esa sea la lengua nexo de unión entre las distintas nacionalidades que tenemos experiencias y aprendizajes por recibir y compartir. Tener la oportunidad de ver en vivo a otros compañeros de oficio, utilizando como herramienta lo que en España es nuestro objeto de estudio, nos brinda la oportunidad de asimilar de forma natural muchos aspectos en un contexto profesional enriquecedor.
Con esos pensamientos en mente, no fue difícil rellenar todos los impresos necesarios para solicitar el proyecto de movilidad KA1 que finalmente presentamos desde nuestro centro educativo, dentro del programa europeo Erasmus + que promueve la mejora de la práctica docente desde los objetivos que nos marcamos. Nos planteamos esa oportunidad como una manera de enriquecer a nuestros alumnos a partir del crecimiento de la capacidad profesional de quienes resultamos seleccionados para participar en el programa. La ausencia durante una semana que provisionalmente generaríamos en nuestro centro de origen se vería recompensada después. Allí encontraríamos apoyo, formación y cooperación. Aquí aportaríamos nuevos conocimientos y nos encontraríamos con que nuestra competencia profesional adquirida sería sensiblemente superior una vez terminamos.
Estando en Londres, la organización del curso denominado “Different cultures in Europe, the art of coming together” nos recibió cálidamente y nos agrupó a todos los docentes en una sala, lo cual nos permitió también intercambiar experiencias profesionales y aprender otras maneras de integración de alumnos refugiados e inmigrantes puestas en marcha en otros países europeos. Algunos de nosotros, aprovechando la cercanía generada en el día a día, establecimos lazos amistosos y visitamos en pequeños grupos la parte turística y menos turística de la ciudad en nuestro tiempo libre. Algo que también resultó enriquecedor porque pudimos formar parte de la sociedad londinense por una semana. Siguiendo sus hábitos y hablando de forma distendida y cercana con camareros, dependientes, taxistas, trabajadores de museos, por ejemplo, adquiriendo, además, una destreza comunicativa alejada de la estrictamente académica.
Durante el curso, tuvimos la posibilidad de aprender por observación cómo los docentes nativos realizaban su labor profesional y cómo su alumnado respondía a las actividades planteadas. En la mayoría de los casos, las estrategias seguidas eran muy similares a las desarrolladas en nuestro centro educativo. Se hizo hincapié en la atención más concreta de la diversidad estudiando algunos casos puntuales, principalmente relativos a sus costumbres, como los horarios o el tipo de alimentación, el tiempo dedicado a los descansos, los juegos que practicaban en el patio o la manera que tienen de organizarse en la sociedad dentro del mismo grupo para realizar alguna actividad.
El clima generado por los docentes fue bastante agradable. El trato tranquilo y educado, en ocasiones exquisito, nos transmitió la idea de que el cuidado de las formas educacionales en integración del alumnado es muy importante en países como Reino Unido, Alemania o Suecia. Tuvimos sesiones tales como tratar los estereotipos y la dinámica de grupo, enfrentarse al manejo de una clase multicultural o estrategias de integración a nivel de instituciones. Distintos profesionales expusieron su trabajo diario por nuestra mejora profesional. Interesantes las horas dedicadas a aprender las maneras de interactuar un país con grupos de refugiados e inmigrantes de diversa procedencia, ya que nos permiten adquirir ideas para extrapolarlas a aquellos casos que se den cercanos a nosotros.
En general, la estancia resultó muy intensa, enriquecedora y completa. No paramos un momento de participar activamente como nuevos miembros de la sociedad británica. A la hora de las comidas, porque debíamos interactuar con soltura para hacernos entender y para poder comprender a nuestros interlocutores camareros. A la hora de las clases, porque su dinámica nos obligaba a estar atentos en todo momento y exponer nuestras experiencias concernientes a la práctica docente en nuestro país. Durante los ratos libres, por detalles como atender a la circulación de los coches que, al ser contraria a la española, debíamos mirar a nuestra derecha para no ser atropellados, o por leer las indicaciones de las líneas de autobuses y metro. Más tarde, al llegar a España, la sensación que queda en el recuerdo es muy positiva porque nos sentimos un poquito más cerca del idioma que día a día estamos inculcando en nuestras aulas y, por supuesto, más cercanos a los alumnos y familiares que proceden de otros países, empatizando con una particular sensibilidad en sus diferentes e increíbles culturas, lo cual nos hace más grandes como personas y como docentes. Es por esto que hay que agradecer que existan programas europeos que nos permitan vivir y desarrollarnos tendiendo puentes.