Adolescentes, porno, móviles y reglas de uso, por Pablo Poó Gallardo, profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Margarita Salas de Sevilla.
Hace poco leía, en un magnífico reportaje de El País titulado “Sí, tus hijos ven porno (y así les afecta)”, que la edad media de inicio al consumo de pornografía, en España, se situaba en 5º-6º de Primaria, es decir, alrededor de los nueve años; es decir, cuando se hace la primera comunión.
Los expertos apuntaban a un motivo principal: es una efeméride en la que el regalo estrella suele ser el teléfono móvil. El nombre que le hemos dado a ese aparato es malévolo, engañadizo. Oculta, con una adjetivación inocente que solo alude a su portabilidad, que se han rebasado con creces las barreras semánticas de lo que, antaño, conocíamos como “teléfono”. ¿Que un teléfono móvil es solo un teléfono que se mueve? Esa categorización encajaba con los primeros inalámbricos, aquellos aparatos monstruosos más parecidos a los walkie-talkies del Equipo A que a teléfonos de casa sin cable.
Los expertos apuntaban a un motivo principal: es una efeméride en la que el regalo estrella suele ser el teléfono móvil. El nombre que le hemos dado a ese aparato es malévolo, engañadizo. Oculta, con una adjetivación inocente que solo alude a su portabilidad, que se han rebasado con creces las barreras semánticas de lo que, antaño, conocíamos como “teléfono”. ¿Que un teléfono móvil es solo un teléfono que se mueve? Esa categorización encajaba con los primeros inalámbricos, aquellos aparatos monstruosos más parecidos a los walkie-talkies del Equipo A que a teléfonos de casa sin cable.
Un teléfono móvil es un ordenador con conexión a internet: es una puerta a un mundo cuyas reglas no conocemos, reconozcámoslo. Sin embargo, nos extraña que nuestros hijos consuman porno con tan solo nueve años. A través del móvil, por supuesto. Ese móvil que le han regalado en la comunión, como si entre la infancia y la adolescencia se hubiera perdido la transición.
Las consecuencias son brutales: están aumentando alarmantemente las denuncias de chicas que practican conductas de riesgo sexuales como pueden ser la asfixia o el sexo anal, simplemente porque sus novietes lo han visto en su móvil y consideran que el sexo es lo que muestra la pornografía. Una sexóloga, incluso, apuntaba que en su consulta son numerosos los adolescentes que se consideraban eyaculadores precoces porque no eran capaces de llegar a los 45 minutos que se alcanzan en algunas de sus películas favoritas.
No tienen la conciencia de que es ficción. Es mucho más fácil entenderlo cuando el argumento de una película trata sobre viajes en el tiempo o monstruos que vienen a verte, pero ¿que en algo tan cotidiano como el sexo tenga cabida la ficción? Para nuestros jóvenes no es concebible.
Pero, claro, hablar de sexo con tus hijos es incómodo. La educación sexual está prácticamente en busca y captura tanto en los hogares como en la escuela. Salvo en Avilés, una especie de aldea de irreductibles galos de la educación sexual que ha puesto en práctica un programa de información a adolescentes a través de charlas en los institutos e, incluso, de la cesión de un número importante de horas lectivas a ello. Sería útil plantearse la necesidad de que determinadas asignaturas (no voy a caer en la trampa de nombrar ninguna) sigan formando parte del currículo escolar y cedan su sitio a otras tales como educación sexual, educación vial, uso seguro de internet…
Mientras tanto, ahí seguiremos, pensando que el tema no va con nosotros, que nuestros hijos no ven porno y que, ¡caramba, si este año hace el mío la comunión!
Las consecuencias son brutales: están aumentando alarmantemente las denuncias de chicas que practican conductas de riesgo sexuales como pueden ser la asfixia o el sexo anal, simplemente porque sus novietes lo han visto en su móvil y consideran que el sexo es lo que muestra la pornografía. Una sexóloga, incluso, apuntaba que en su consulta son numerosos los adolescentes que se consideraban eyaculadores precoces porque no eran capaces de llegar a los 45 minutos que se alcanzan en algunas de sus películas favoritas.
No tienen la conciencia de que es ficción. Es mucho más fácil entenderlo cuando el argumento de una película trata sobre viajes en el tiempo o monstruos que vienen a verte, pero ¿que en algo tan cotidiano como el sexo tenga cabida la ficción? Para nuestros jóvenes no es concebible.
Pero, claro, hablar de sexo con tus hijos es incómodo. La educación sexual está prácticamente en busca y captura tanto en los hogares como en la escuela. Salvo en Avilés, una especie de aldea de irreductibles galos de la educación sexual que ha puesto en práctica un programa de información a adolescentes a través de charlas en los institutos e, incluso, de la cesión de un número importante de horas lectivas a ello. Sería útil plantearse la necesidad de que determinadas asignaturas (no voy a caer en la trampa de nombrar ninguna) sigan formando parte del currículo escolar y cedan su sitio a otras tales como educación sexual, educación vial, uso seguro de internet…
Mientras tanto, ahí seguiremos, pensando que el tema no va con nosotros, que nuestros hijos no ven porno y que, ¡caramba, si este año hace el mío la comunión!
1 comentarios:
hmm
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