Un libro para iniciar el cambio, por Valeriano Rosales Esteo, maestro de Pedagogía Terapéutica en el CEIP Los Pinos de Rute.
“Dado que encaramos un futuro incierto, la solución no es hacer mejor lo que hacíamos antes. Necesitamos hacer algo más. El desafío no es arreglar este sistema sino cambiarlo: no reformarlo, sino transformarlo… Y sabemos qué es lo que funciona, sólo que no lo hacemos a una escala suficientemente grande. Pero ahora hemos alcanzado una posición que nos permite usar nuestros recursos creativos y tecnológicos para cambiar eso”.
Ken Robinson
Ken Robinson
En la segunda mitad del 2015 una noticia que hablaba entre otras cosas del sueldo de los docentes hizo fortuna y se coló en las conversaciones de tertulianos siendo tendencia en redes sociales. El germen de este debate fue el libro del filósofo, ensayista y pedagogo José Antonio Marina, su título: “Despertad al diplodocus: una conspiración educativa para transformar la escuela... y todo lo demás”.
Esta obra constituye una hoja de ruta sobre la que ir construyendo un nuevo modelo de educación. El autor comienza el texto exponiendo sus razones del porqué empezó a escribir el libro. Entre ellas está una pregunta: ¿podríamos mejorar el sistema educativo español en poco tiempo? Él concreta un plazo, cinco años.
Partiendo del subtítulo el autor muestra su intención de emprender ese camino iniciando lo que él llama una conspiración para concurrir en un mismo fin, convocando a todos para unirse, en pos de avanzar hacia la consecución de unos objetivos, a saber: reducir el abandono escolar, subir las calificaciones en las evaluaciones del sistema, aumentar el número de alumnos excelentes y acortar la distancia entre los mejores y los peores, favorecer que todo el alumnado pueda alcanzar el máximo desarrollo personal y, por último, fomentar la adquisición de las habilidades del siglo XXI.
Estas palabras suenan fenomenalmente al decirlas pero qué difícil es el llevarlas a cabo. Pues bien, en el libro se apuntan las directrices para implementarlo, haciendo hincapié en la necesidad de medir las acciones que se vayan a poner en marcha. El cambio educativo no puede construirse sobre unos objetivos no evaluables a corto, medio y largo plazo, no puede hacerse sin que haya unos criterios sobre los que valorar si estamos consiguiendo o no lo que pretendíamos.
En el libro se muestra una disposición hacia la mejora, la excelencia, nada más y nada menos que de todo el sistema educativo. Y con tan alta aspiración el autor deja claro que la obra es una llamada a la acción de todo el sistema, de todas las personas, de todos. Lo hace con explicaciones de cómo son los agentes implicados, lo que el autor llama motores del cambio, desde donde se puede convocar esta transformación: la escuela, la familia, la ciudad, la empresa y el Estado. Es también, y sobre todo, una llamada a la responsabilidad de cada uno. Un no escurrir el bulto por no poder abarcar tan altas aspiraciones sino un remangarse las mangas de camisa y ponerse manos a la obra con una especie de toque de rebato desde el interior de cada uno sin escudarse, por ejemplo, en los defectos de las leyes educativas de cada momento.
Los reparos, prejuicios, que desde un principio me planteaba el autor y lo que decían los medios se fueron disipando toda vez me introducía en la lectura calmada de los postulados que se exponían. No oculto que tengo mis diferencias de interpretaciones, enfoques, términos… pero no seré yo el que los critique sin posibilidad, y la suerte a la vez, de que el autor me rebata, echando yo por tierra la simple perspectiva de avance. Para mí, con la sensatez que expresan sus postulados y todo lo que de ellos infiero, me transmite la sensación de que este libro pueda convertirse en el punto de partida para iniciar el anhelado cambio. Léanlo y comiencen la conspiración en grupo o en solitario: cambiemos esto, mejorémoslo.
Esta obra constituye una hoja de ruta sobre la que ir construyendo un nuevo modelo de educación. El autor comienza el texto exponiendo sus razones del porqué empezó a escribir el libro. Entre ellas está una pregunta: ¿podríamos mejorar el sistema educativo español en poco tiempo? Él concreta un plazo, cinco años.
Partiendo del subtítulo el autor muestra su intención de emprender ese camino iniciando lo que él llama una conspiración para concurrir en un mismo fin, convocando a todos para unirse, en pos de avanzar hacia la consecución de unos objetivos, a saber: reducir el abandono escolar, subir las calificaciones en las evaluaciones del sistema, aumentar el número de alumnos excelentes y acortar la distancia entre los mejores y los peores, favorecer que todo el alumnado pueda alcanzar el máximo desarrollo personal y, por último, fomentar la adquisición de las habilidades del siglo XXI.
Estas palabras suenan fenomenalmente al decirlas pero qué difícil es el llevarlas a cabo. Pues bien, en el libro se apuntan las directrices para implementarlo, haciendo hincapié en la necesidad de medir las acciones que se vayan a poner en marcha. El cambio educativo no puede construirse sobre unos objetivos no evaluables a corto, medio y largo plazo, no puede hacerse sin que haya unos criterios sobre los que valorar si estamos consiguiendo o no lo que pretendíamos.
En el libro se muestra una disposición hacia la mejora, la excelencia, nada más y nada menos que de todo el sistema educativo. Y con tan alta aspiración el autor deja claro que la obra es una llamada a la acción de todo el sistema, de todas las personas, de todos. Lo hace con explicaciones de cómo son los agentes implicados, lo que el autor llama motores del cambio, desde donde se puede convocar esta transformación: la escuela, la familia, la ciudad, la empresa y el Estado. Es también, y sobre todo, una llamada a la responsabilidad de cada uno. Un no escurrir el bulto por no poder abarcar tan altas aspiraciones sino un remangarse las mangas de camisa y ponerse manos a la obra con una especie de toque de rebato desde el interior de cada uno sin escudarse, por ejemplo, en los defectos de las leyes educativas de cada momento.
Los reparos, prejuicios, que desde un principio me planteaba el autor y lo que decían los medios se fueron disipando toda vez me introducía en la lectura calmada de los postulados que se exponían. No oculto que tengo mis diferencias de interpretaciones, enfoques, términos… pero no seré yo el que los critique sin posibilidad, y la suerte a la vez, de que el autor me rebata, echando yo por tierra la simple perspectiva de avance. Para mí, con la sensatez que expresan sus postulados y todo lo que de ellos infiero, me transmite la sensación de que este libro pueda convertirse en el punto de partida para iniciar el anhelado cambio. Léanlo y comiencen la conspiración en grupo o en solitario: cambiemos esto, mejorémoslo.
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