El dibujo de la familia: la autoestima (3), por Aureliano Sáinz Martín, Catedrático de Didáctica de la Expresión Plástica del Departamento de Educación Artística y Corporal en la Faculdad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba.
En anteriores artículos he abordado el estudio de algunas emociones positivas básicas del ser humano como son el amor, la alegría y la felicidad a través del dibujo de la familia, ya que este es un instrumento de investigación muy valioso para penetrar en el mundo emocional de los escolares.
En esta ocasión, quisiera plantear la formación de otro sentimiento que es esencial para el equilibrio emocional de niños y niñas. Me estoy refiriendo a la autoestima, un concepto que se encuentra muy ligado a otros como pueden ser la autoimagen o el autoconcepto. Pero antes de mostrar cómo expresan la formación de la autoestima a través del dibujo de la familia, realizaré previamente algunas reflexiones que me pueden servir para contextualizar este sentimiento tan necesario para llevar una vida mínimamente dichosa.
Desde la perspectiva del adulto, somos conscientes de que nos movemos en una sociedad altamente compleja en la que tenemos que afrontar numerosos retos en nuestras relaciones cotidianas. Esta complejidad es intuida desde edades relativamente tempranas, de modo que ha quedado atrás aquella sociedad un tanto cerrada al mundo exterior que prevalecía en décadas pasadas. Hoy, los medios tecnológicos y de comunicación han modificado sustancialmente el panorama, de modo que tanto adultos como adolescentes e, incluso, los niños, vivimos en una cultura de la información en la que se nos transmiten puntualmente noticias de entornos lejanos a aquellos en los que vivimos.
Todo ello da lugar a que ya no sean solo las experiencias directas o las obtenidas a través de lecturas las que conforman el conjunto de nuestros conocimientos, dado que estos se amplían y diversifican por el conjunto de noticias que recibimos de otros países o de otras culturas. Esto que inicialmente tiene su lado positivo, también nos muestra una parte inquietante: en ocasiones nos vemos desbordados por la cantidad de información y acontecimientos ante los que no podemos actuar, por lo que sentimos cierta impotencia frente a una realidad tan compleja.
Lo descrito nos sitúa en una posición en la que cada individuo, hombre o mujer, llega a un momento de su vida en el que tiene que valerse por sí mismo, una vez que se ha independizado de su familia y se da cuenta que debe tomar numerosas decisiones personales para salir adelante. Esta toma de decisiones le será más o menos fácil o difícil en función de una componente psicológica y emocional denominada autoestima, basada esencialmente en tres factores: el amor propio, la autoimagen y la confianza que se tiene de sí mismo. Estos son los tres factores en los que los psiquiatras franceses Christophe André y François Lelord fundamentan sus extensos estudios sobre la autoestima.
Ciertamente, todas las personas tenemos más o menos amor o autoestima. De igual modo, contamos con una imagen de nosotros mismos, es decir, un concepto formado a partir de los juicios que emitimos acerca de nuestras cualidades, de nuestras capacidades y de la propia imagen que proyectamos hacia los demás. También, la confianza y la seguridad propias son valores necesarios de esa autoestima que se va gestando en la infancia e irá creciendo con mayor o menor fortaleza a medida que nos desarrollamos.
Hemos de considerar que la baja autoestima o una autoestima débil es un verdadero obstáculo para avanzar por ese intrincado camino que es el vivir en sociedad. Sería algo así como un árbol que va creciendo pero que se asienta sobre unas raíces frágiles: en un momento determinado puede venirse abajo, dado que aquella parte que no se ve, pero que es la base del propio árbol, y no resiste los embates que tiene que afrontar.
Y ciertamente, tal como apuntan los psiquiatras citados, “hoy sabemos que el amor a uno mismo depende, en gran medida, del amor que nos prodigó nuestra familia cuando éramos niños y de los ‘alimentos afectivos’ que nos dieron”. Esto nos lleva a pensar que la autoestima que poseemos de adultos se asienta en los factores de amor, ánimo y confianza que mostraron con nosotros cuando éramos pequeños, es decir, cuando comenzaron a germinar las raíces invisibles de nuestra identidad.
Dada la importancia de este sentimiento humano, en esta ocasión mostraré y comentaré siete dibujos de niños y niñas para que comprendamos cómo expresan su naciente seguridad y amor hacia sí mismos, como componentes de la autoestima.
En esta ocasión, quisiera plantear la formación de otro sentimiento que es esencial para el equilibrio emocional de niños y niñas. Me estoy refiriendo a la autoestima, un concepto que se encuentra muy ligado a otros como pueden ser la autoimagen o el autoconcepto. Pero antes de mostrar cómo expresan la formación de la autoestima a través del dibujo de la familia, realizaré previamente algunas reflexiones que me pueden servir para contextualizar este sentimiento tan necesario para llevar una vida mínimamente dichosa.
Desde la perspectiva del adulto, somos conscientes de que nos movemos en una sociedad altamente compleja en la que tenemos que afrontar numerosos retos en nuestras relaciones cotidianas. Esta complejidad es intuida desde edades relativamente tempranas, de modo que ha quedado atrás aquella sociedad un tanto cerrada al mundo exterior que prevalecía en décadas pasadas. Hoy, los medios tecnológicos y de comunicación han modificado sustancialmente el panorama, de modo que tanto adultos como adolescentes e, incluso, los niños, vivimos en una cultura de la información en la que se nos transmiten puntualmente noticias de entornos lejanos a aquellos en los que vivimos.
Todo ello da lugar a que ya no sean solo las experiencias directas o las obtenidas a través de lecturas las que conforman el conjunto de nuestros conocimientos, dado que estos se amplían y diversifican por el conjunto de noticias que recibimos de otros países o de otras culturas. Esto que inicialmente tiene su lado positivo, también nos muestra una parte inquietante: en ocasiones nos vemos desbordados por la cantidad de información y acontecimientos ante los que no podemos actuar, por lo que sentimos cierta impotencia frente a una realidad tan compleja.
Lo descrito nos sitúa en una posición en la que cada individuo, hombre o mujer, llega a un momento de su vida en el que tiene que valerse por sí mismo, una vez que se ha independizado de su familia y se da cuenta que debe tomar numerosas decisiones personales para salir adelante. Esta toma de decisiones le será más o menos fácil o difícil en función de una componente psicológica y emocional denominada autoestima, basada esencialmente en tres factores: el amor propio, la autoimagen y la confianza que se tiene de sí mismo. Estos son los tres factores en los que los psiquiatras franceses Christophe André y François Lelord fundamentan sus extensos estudios sobre la autoestima.
Ciertamente, todas las personas tenemos más o menos amor o autoestima. De igual modo, contamos con una imagen de nosotros mismos, es decir, un concepto formado a partir de los juicios que emitimos acerca de nuestras cualidades, de nuestras capacidades y de la propia imagen que proyectamos hacia los demás. También, la confianza y la seguridad propias son valores necesarios de esa autoestima que se va gestando en la infancia e irá creciendo con mayor o menor fortaleza a medida que nos desarrollamos.
Hemos de considerar que la baja autoestima o una autoestima débil es un verdadero obstáculo para avanzar por ese intrincado camino que es el vivir en sociedad. Sería algo así como un árbol que va creciendo pero que se asienta sobre unas raíces frágiles: en un momento determinado puede venirse abajo, dado que aquella parte que no se ve, pero que es la base del propio árbol, y no resiste los embates que tiene que afrontar.
Y ciertamente, tal como apuntan los psiquiatras citados, “hoy sabemos que el amor a uno mismo depende, en gran medida, del amor que nos prodigó nuestra familia cuando éramos niños y de los ‘alimentos afectivos’ que nos dieron”. Esto nos lleva a pensar que la autoestima que poseemos de adultos se asienta en los factores de amor, ánimo y confianza que mostraron con nosotros cuando éramos pequeños, es decir, cuando comenzaron a germinar las raíces invisibles de nuestra identidad.
Dada la importancia de este sentimiento humano, en esta ocasión mostraré y comentaré siete dibujos de niños y niñas para que comprendamos cómo expresan su naciente seguridad y amor hacia sí mismos, como componentes de la autoestima.
Una de las primeras manifestaciones de la identidad personal en los escolares de Educación Infantil es el aprendizaje del trazado con la escritura del propio nombre. Tempranamente, han escuchado de sus padres su pronunciación cuando desde muy pequeños les llamaban; pero el que ellos aprendan a plasmarlo por medio de unos signos llamados letras supone un cierto orgullo personal. Es lo que manifiesta Isabel, una niña de apenas cinco años que, al realizar el dibujo de la familia, se sitúa en medio de las figuras materna y paterna y tras la mesa del comedor. La pequeña, muy contenta, y una vez terminado el dibujo, escribió el nombre de cada uno de los tres componentes de su familia, como expresión de que ya sabe escribirlos.
Otra manifestación de la autoestima a través del dibujo de la familia se expresa por medio del tamaño con el que se traza a sí mismo. Esto queda bien reflejado en el dibujo de Adrián, un niño de 5 años que, sorprendentemente, padece TEA, es decir, trastorno del espectro autista. Y digo sorprendente, puesto que su dibujo alcanza un nivel similar o superior al de otros niños que no presentan discapacidades. Adrián se dibuja muy grande, con los brazos hacia arriba, como expresión de júbilo o alegría. Lo que quizás pudiera llamar la atención es el dibujo de dos soles y el que la figura femenina no representa a su madre, sino a una amiga que tiene en el colegio, pero esto forma parte de ese mundo emocional de niños y niñas con TEA y al que nos resulta muy complicado penetrar.
He indicado que la autoestima tiene bastante relación con la autoimagen, es decir, con el hecho de cómo se ve uno a sí mismo desde el punto de vista físico o corporal. La aceptación de la propia imagen da lugar a que se favorezca la autoestima o amor propio. Como ejemplo de lo que indico, muestro el dibujo de Paula, una niña que ha cumplido los 6 años y que al pedir en la clase que dibujaran a una familia nos presentó el dibujo que hemos visto. Dado que la niña es zurda, comenzó representando a su madre, en el lado derecho de la lámina y con una larga melena. Pasó a dibujarse a sí misma, y, como podemos observar, la pequeña traza una melena incluso superior a la de su madre. Acaba con su padre, con escaso espacio para la figura. La autoestima y la identidad femenina la pequeña autora las manifiesta, como hemos visto, a través del pelo.
A medida que se crece, niños y niñas comienzan a diferenciarse también por sus distintos gustos en los juegos o en sus aficiones. En el caso de los niños, el fútbol es un deporte o juego con el que tempranamente se identifican. Es lo que plasma Enrique, un niño de 7 años que representó a su familia alrededor de su deporte favorito. Los cuatro, incluso su hermana, también juega haciendo de portera. El autor, como señal de autoestima y confianza en sí mismo, se dibuja en el centro de la escena. Detrás aparecen su padre y su madre, a los que ha dibujado con un solo brazo que lo dirigen hacia él; pero esto no es un error, puesto que la dificultad del trazado del perfil de las figuras humanas conduce a la idea de que los dos brazos van juntos, tapándose el uno al otro, y hacia la misma dirección.
El sentimiento de la autoestima no el algo que se vaya formando en las primeras edades de manera aislada, puesto que está fuertemente conectado al amor que se recibe en esta etapa, junto al sentimiento de protección que también llega de los padres. La autora de este quinto dibujo que hemos visto, una niña de 9 años que se encontraba en cuarto curso de Primaria, lo expresa con bastante nitidez en la escena que ha plasmado. Así, en un plano cercano al espectador, se representa a sí misma, siendo el centro de atención de la imagen. En un nivel secundario, aparecen su padre y su madre, de menor tamaño, puesto que están algo alejados. Las figuras paterna y materna se muestran como protectoras de la protagonista de la escena. Amor, seguridad y protección son valores emocionales que la autora recibe de sus progenitores y que son la base de su naciente autoestima.
Otro factor de relevancia en la manifestación de la autoestima a través del dibujo de la familia es el orden de representación de los personajes que la componen. De modo habitual, el primero de ellos tiene un significado especial y de gran importancia para quien realiza el dibujo, y en el caso de ser la figura del propio autor o de la propia autora resulta ser una clara manifestación de autoestima, puesto que se considera a sí mismo como el más significativo del grupo. Es lo que sucede con el dibujo anterior, perteneciente de una chica de 11 años que se encontraba en sexto de Primaria. Como podemos apreciar, comienza dibujándose a sí misma la primera; a continuación, pasa a su hermana mayor; continúa con su madre, de modo que las tres componentes femeninas forman un pequeño grupo; y finaliza con su padre, que saluda haciendo la uve de la victoria.
Para cerrar este breve recorrido por la expresión gráfica de la autoestima, quisiera presentar otro ejemplo de este sentimiento manifestado a través de la cohesión y el cariño familiar. Hemos de entender que en estas edades los niños y niñas son básicamente receptores de los afectos de los adultos, aunque, lógicamente, ellos tienen también que responder a esas manifestaciones. Es lo que expresa gráficamente esta chica, también de 11 años, que ha representado a su familia juntos y cogidos de la mano. Por otro lado, ella que es la última en aparecer, dibujándose junto a la mascota, un pequeño perro que lo conduce con una correa. Unidad y afecto compartido se manifiestan en el dibujo como elementos de la autoestima de la autora.
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