Implantación de Programas Educativos Bilingües: Acciones y Evaluación, por Mª Elena Gómez Parra, profesora del Departamento de Filologías Inglesa y Alemana de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba.
Los programas educativos bilingües en particular y el bilingüismo en general son, hoy día, una prioridad para los organismos oficiales competentes en la materia, europeos y españoles (i.e., Comisión Europea; Ministerio Español de Educación, Cultura y Deporte; y Junta de Andalucía).
El bilingüismo, aunque parezca mentira, no es fácil de definir. Existen numerosas escuelas y enfoques que inciden en unos u otros aspectos de la cuestión y que la hacen compleja y de múltiples vértices, pero en aras de la claridad y la simplicidad que un texto de estas características requiere, nosotros aquí nos referiremos al fenómeno como ‘la habilidad de las personas para hablar dos lenguas’. A partir de ahí, la polémica está servida. Los académicos discutimos qué es ‘hablar’ y si nos referimos con ello sólo a los aspectos orales de la lengua o también incluimos los escritos; también han corrido ríos de tinta sobre el nivel de una y otra lengua (y si, por supuesto, hay disparidad de niveles entre ellas, nos preguntamos si existe bilingüismo real o si es mejor, en ese caso, hablar de una persona ‘que habla dos lenguas’); y, desde luego, abundan los estudios científicos cuyo objeto es demostrar algo tan evidente como el hecho de que el bilingüismo incide positivamente en una variedad de factores vitales y sociales (entre otros, la mejora de las capacidades intercultural y social, las posibilidades laborales y/o las habilidades cognitivas).
El bilingüismo, aunque parezca mentira, no es fácil de definir. Existen numerosas escuelas y enfoques que inciden en unos u otros aspectos de la cuestión y que la hacen compleja y de múltiples vértices, pero en aras de la claridad y la simplicidad que un texto de estas características requiere, nosotros aquí nos referiremos al fenómeno como ‘la habilidad de las personas para hablar dos lenguas’. A partir de ahí, la polémica está servida. Los académicos discutimos qué es ‘hablar’ y si nos referimos con ello sólo a los aspectos orales de la lengua o también incluimos los escritos; también han corrido ríos de tinta sobre el nivel de una y otra lengua (y si, por supuesto, hay disparidad de niveles entre ellas, nos preguntamos si existe bilingüismo real o si es mejor, en ese caso, hablar de una persona ‘que habla dos lenguas’); y, desde luego, abundan los estudios científicos cuyo objeto es demostrar algo tan evidente como el hecho de que el bilingüismo incide positivamente en una variedad de factores vitales y sociales (entre otros, la mejora de las capacidades intercultural y social, las posibilidades laborales y/o las habilidades cognitivas).
La implementación de programas bilingües tiene características diferentes según el nivel educativo (y, desde luego, según el país) al que nos refiramos. La experiencia en implantación de programas bilingües en enseñanza superior es relativamente nueva en nuestro país (en esto, como en otras muchas cosas, muchos países europeos nos llevan cierta ventaja), y es por ello que debemos poner especial denuedo y no cejar en nuestro empeño. Recientemente (15-21 enero 2015) hemos celebrado en la Universidad de Córdoba las ‘I Jornadas sobre la Implantación los Grados Bilingües de Educación Infantil y Primaria: Revisión de Planes y Acciones Bilingües’, foro de discusión y debate de todos los estamentos educativos, donde se han dado cita profesionales de la educación (responsables últimos de la implantación de estos programas), así como investigadores nacionales e internacionales, y responsables del sistema educativo. Las conclusiones de estas I Jornadas nos indican que:
a) La implementación de los programas bilingües (sea en el nivel educativo que sea) suele ser el resultado de una política clara al respecto, que ha sido diseñada con las mejores intenciones y los más elevados objetivos, pero que no es siempre un esfuerzo compartido y que, por el contrario, pocas veces es completamente entendido por la comunidad (educativa y social).
b) La implementación de programas bilingües requiere, como cualquier otro programa educativo (por ejemplo, la conversión de los centros educativos en Centros TIC hace unos años) una inversión económica que permita la adquisición de materiales, la dotación de plazas bilingües para el profesorado, la contratación de profesorado nativo y, si fuere posible, facilite mediante becas la estancia del alumnado y profesorado en países de destino.
c) Los organismos competentes han de tomar cartas en el asunto de manera decidida y eficaz. No es suficiente idear una medida y convertirla en ley; hay que crear la infraestructura necesaria (política, social, económica y cultural) para mantenerla en el tiempo. Los programas bilingües no son una moda (craso error si algún político así lo ha pensado); son una necesidad y, desde luego, son el futuro de la educación. Sin ellos, no podremos avanzar al ritmo que lo hacen nuestros vecinos europeos (sin mencionar otros que, por estar geográficamente más lejos, nos parecen más distantes y que, sin embargo, cada vez están más cerca de ocupar puestos de trabajo globales, de mayor calidad y mejor remunerados – nos referimos a sistemas educativos como el coreano o el norteamericano, donde los programas bilingües son una realidad y cuyo alumnado muestra unos resultados académicos y una inserción laboral dignos de referencia).
d) La responsabilidad de la implementación de un programa bilingüe ha de recaer, fundamentalmente, en el organismo educativo que la lleve a cabo. Sin embargo, la dirección del programa bilingüe ha de estar en manos de un profesional de las segundas lenguas. Como en otros órdenes de la vida y al igual que sucede en todas las cuestiones educativas, los programas bilingües tienen sus luces y sus sombras. Los problemas aparecen y, cuando lo hacen, son de muy variada índole (cabe citar aquí, entre otros, las dificultades que surgen con los niveles de segunda lengua que experimenta el profesorado y el alumnado; problemas con los materiales en el idioma extranjero o los problemas con la metodología en el aula). Por tanto, es el profesorado especialista en segundas lenguas quien es capaz de realizar un diagnóstico y ofrecer una solución eficaz y efectiva, que dé una respuesta fundamentada y acorde a los avances científicos en la materia.
e) El claustro y el conjunto de departamentos responsables de la docencia tienen la clave para la impartición y, en parte, el mantenimiento en el tiempo de estos programas. La creación de materiales, la inversión profesional del profesorado y, en definitiva, el control sobre la metodología y los procesos recae en ellos.
f) Finalmente, pero no por ello menos importante, el alumnado implicado en estos programas ha de sentirse pieza fundamental de los mismos; han de saber cuáles son los beneficios y, por tanto, han de estar dispuestos a realizar el esfuerzo (o sobre-esfuerzo) que les conducirá a la recompensa.
b) La implementación de programas bilingües requiere, como cualquier otro programa educativo (por ejemplo, la conversión de los centros educativos en Centros TIC hace unos años) una inversión económica que permita la adquisición de materiales, la dotación de plazas bilingües para el profesorado, la contratación de profesorado nativo y, si fuere posible, facilite mediante becas la estancia del alumnado y profesorado en países de destino.
c) Los organismos competentes han de tomar cartas en el asunto de manera decidida y eficaz. No es suficiente idear una medida y convertirla en ley; hay que crear la infraestructura necesaria (política, social, económica y cultural) para mantenerla en el tiempo. Los programas bilingües no son una moda (craso error si algún político así lo ha pensado); son una necesidad y, desde luego, son el futuro de la educación. Sin ellos, no podremos avanzar al ritmo que lo hacen nuestros vecinos europeos (sin mencionar otros que, por estar geográficamente más lejos, nos parecen más distantes y que, sin embargo, cada vez están más cerca de ocupar puestos de trabajo globales, de mayor calidad y mejor remunerados – nos referimos a sistemas educativos como el coreano o el norteamericano, donde los programas bilingües son una realidad y cuyo alumnado muestra unos resultados académicos y una inserción laboral dignos de referencia).
d) La responsabilidad de la implementación de un programa bilingüe ha de recaer, fundamentalmente, en el organismo educativo que la lleve a cabo. Sin embargo, la dirección del programa bilingüe ha de estar en manos de un profesional de las segundas lenguas. Como en otros órdenes de la vida y al igual que sucede en todas las cuestiones educativas, los programas bilingües tienen sus luces y sus sombras. Los problemas aparecen y, cuando lo hacen, son de muy variada índole (cabe citar aquí, entre otros, las dificultades que surgen con los niveles de segunda lengua que experimenta el profesorado y el alumnado; problemas con los materiales en el idioma extranjero o los problemas con la metodología en el aula). Por tanto, es el profesorado especialista en segundas lenguas quien es capaz de realizar un diagnóstico y ofrecer una solución eficaz y efectiva, que dé una respuesta fundamentada y acorde a los avances científicos en la materia.
e) El claustro y el conjunto de departamentos responsables de la docencia tienen la clave para la impartición y, en parte, el mantenimiento en el tiempo de estos programas. La creación de materiales, la inversión profesional del profesorado y, en definitiva, el control sobre la metodología y los procesos recae en ellos.
f) Finalmente, pero no por ello menos importante, el alumnado implicado en estos programas ha de sentirse pieza fundamental de los mismos; han de saber cuáles son los beneficios y, por tanto, han de estar dispuestos a realizar el esfuerzo (o sobre-esfuerzo) que les conducirá a la recompensa.
Por tanto, y para concluir, queremos desde aquí romper una lanza por los programas bilingües, por las políticas y los agentes que los hacen posibles y, desde luego, por el futuro de la educación bilingüe. En palabras de Durao Barroso (diciembre 2014): “The ability to be ‘bilingual’, bridging the academic and industry sectors, and the development of transferable skills, were identified as the main reasons accounting for the enhanced employability perspectives of doctorate holders in the business sector.” No cabe la menor duda; estamos ante un cambio de paradigma educativo en lo que a segundas lenguas y a bilingüismo se refiere. La metodología AICLE (Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras) está ampliamente extendida en los centros bilingües y supone una superación del enfoque comunicativo (aunque, desde luego, nada es definitivo). Los niños de hoy son los adultos del futuro y éstos, creámoslo o no, vivirán una sociedad multilingüe, intercultural y de amplios horizontes, altamente competitiva porque las fronteras (laborales, al menos) tienden a diluirse. Es nuestra obligación formar a los mejores adultos que sepamos y podamos; la educación bilingüe es una prioridad y se constituye en la pieza clave de la educación del siglo XXI. Miremos al futuro de frente; es una alta responsabilidad y, desde luego, es un ilusionante reto.
1 comentarios:
Felicito a Mª Elena tanto por la claridad con la que expone la importancia del proyecto bilingüe y los problemas que afronta en la escuela española como por comunicar y alertar sobre la alta conveniencia del mismo para el progreso de nuestra sociedad.
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