miércoles, 18 de octubre de 2017

Crítica al amargado perpetuo, por Rafael Japón Luján

Crítica al amargado perpetuo, por Rafael Japón Luján, profesor de Física y Química del IES Antonio Galán Acosta de Montoro.

Este escrito va dirigido a los docentes que hacen de la queja su modus vivendi dentro y fuera de su centro de trabajo; a los que tienen el pesimismo como valor preponderante en su labor diaria y a los que ven el futuro más negro que el hollín; a los que viven una cuenta atrás constante hacia su jubilación, contando cada día, aunque les queden treinta años; a los que se creen mejores que los alumnos que los sufren, mirándolos por encima del hombro con una mezcla de desdén y paternalismo supremacista; a los que la palabra empatía se les olvidó cuando pasaron al otro lado del aula; a los de, en resumen, cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque también entonces estuvieran llorando su pena por las esquinas.
Bien, ya nos ha quedado claro que piensas que la educación es una mierda y que cometiste un gran error al elegir este camino en la vida. Que eres de la opinión de que la juventud actual está un proceso de degradación que los llevará a todos al averno y que cualquier parecido con tu magna generación es fruto del caprichoso azar. Porque, claro, en tu época no había fracaso escolar, ni alumnos con dificultades de aprendizaje, ni canallas disruptivos, que parece que el más tonto era, mínimo, ingeniero.
Va siendo hora de que asumas que todo ha cambiado. No voy a perder ni un segundo en convencerte de que a mejor, faltaría más, porque no lo conseguiría ni en mil vidas. Ha evolucionado el mundo y, con él, las personas; y por supuesto la escuela, que ahora es más inclusiva que nunca, con los efectos colaterales que esta evidente mejora trae. Uno de los responsables de que todo haya mutado eres tú, que llevas viviendo mínimo treinta años y que muy posiblemente estés en proceso de crianza de tu propia prole. Así que si piensas que el mundo, la gente y la escuela son peores, tú tienes tu alícuota de culpa, de fracaso.
Y ahora viene lo importante, ¿haces algo para cambiarlo o sigues anclado en la derrota? Si ya nos has dejado claro que no estás contento con tus resultados, ¿te has evaluado, o eso solo es para los niños? No, en serio, ¿te has parado a pensar que lo que estás haciendo no llega al receptor, o ya has hormigonado el dogma de que los culpables son los estudiantes? ¿Has probado a cambiar tu metodología o, sobre todo, a mejorar tus dotes comunicativas? ¿Has intentado sacarte esa cara de amargado perpetuo? ¿Te has fijado que por donde pasas no crece la hierba? Seguramente no. Serás de los que llegas un par de minutos tarde para que no se note, pasas lista despacito para que corra el tiempo, sueltas la turra diaria, descabezas con un parte a quien ose salirse del orden y cascas el examen cuando encarte, el cual tardas semanas en corregir. No te formas desde que tuviste que hacer un curso de sesenta horas para el sexenio, reconócelo, y no te acuerdas ni de qué te hablaron.
Yo, que trato de ser empático, me pongo en tu pellejo. Para empezar porque eres mi compañero, aunque a veces no nos guste ni a ti ni a mí; pero también porque todos hemos cometido errores en la vida, o nos vemos en un callejón oscuro, y siempre ayuda que alguien nos pueda echar una mano. Da un par de pasos hacia atrás y toma perspectiva. Tienes la oportunidad de inculcarle a esos imberbes perdidos tu sabiduría vital e intelectual con la que hacerlos mejores; tienes libertad para moldearlos hacia lo que tú creas que los hará más fuertes, más competitivos, más grandes; ¡tienes la posibilidades de crear mejores personas! ¿Te parece poco importante tu trabajo? Prácticamente no tienes jefes, a no ser que seas un cafre o lo sean ellos. Pero si no te parece suficiente, tienes catorce pagas decentes, unas buenas vacaciones y un horario que no asfixia. No me cuentes milongas que no asfixia, porque cuarenta horas de trabajo a la semana es lo menos que ibas a trabajar en cualquier sitio del mundo. Durante el curso, todos nos agobiamos en algún momento, pero si constantemente sientes que el corazón se te va a salir por la boca es que esta profesión te viene muy grande, por muchas reducciones o liberaciones que consigas cazar. Una hora de clase ya sería mucho para ti.
¿Te ha pasado por la cabeza en alguna ocasión que ese profesor que tanto sonríe no está loco? ¿Te has interesado por la metodología de esa compañera de la que los niños hablan maravillas? ¿Se te ha ocurrido en alguna ocasión pedirle educadamente que quieres ver en directo cómo trabaja? 
Hasta ahora no te he pedido nada, pero voy a hacerlo en este párrafo. No estorbes. Si no quieres ser parte de la solución, no seas parte del problema. No seas un lastre para aquellos que intentan hacer algo nuevo. No prohibas de hecho (si es que puedes hacerlo), ni de facto (si es que no puedes). No trates de cortarle las alas a nadie porque tú seas una gallina que no puede volar. Deja a la gente que innove sin molestarla, déjala que vuele, que se equivoque y que acierte. Que se arriesgue. Aunque tú los veas como los violinistas del Titanic, ellos no tienen miedo. Se preocupan como tú, pero se ocupan en mejorar las cosas metiendo las manos en la masa mientras tú estás fumándote un puro en la barrera viendo como todo se hunde. No seas un freno. Si alguien utiliza los móviles en su clase, si tira de gamificación, si su metodología es colaborativa, si hace proyectos en horas lectivas o incluso por las tardes...no intentes pararlos para impedir que se te vean las costuras. No hace falta que aplaudas sus victorias, pero sí estás esperando su fracaso y te regodeas cuando caen eres un idiota. Guárdate tu “ya te lo dije” porque quedas retratado como un carcamal inepto: ellos, y los estudiantes más aún, saben detectar a los buenos profesores que, por cierto, pueden serlo perfectísimamente tirando solo del libro de texto o de unos viejos apuntes amarillos, que no hace falta ser un modernito para destacar en esto. No menosprecies el éxito de nadie cuando tú eres un fracasado.
Nunca es tarde para cambiar la actitud. Necesitamos que lo hagas. Queremos que ocurra, sinceramente. Pero, recuerda, siempre estás a tiempo de aceptar tu derrota y marcharte. Primero intenta cambiar de aires aprovechando otra de las ventajas de este trabajo. Vete a otro centro. Quién sabe, es posible que ese sea el problema. Muchas veces los árboles no te dejan ver el bosque, sobre todo cuando siempre son los mismos árboles. Pero si no, vete y da paso a otro. No te aferres a una nómina que no estás ganando limpiamente. No esperes a que te toque la lotería. Lo agradecerán tus alumnos, tus compañeros y tu familia, pero sobre todo tú. Asume que el problema no son los chicos, ni los padres, ni la directiva, ni el profesorado, ni el colegio, ni el sursuncorda: el problema eres tú. No merece la pena estar frustrado siempre. Sé valiente, solo se vive una vez.

1 comentarios:

Lorenzo Moreno dijo...

De acuerdo en todo lo que dices, que triste tener una profesión privilegiada, que te permite aportar tanto, influir tanto, disfrutar tanto….y que haya gente que sólo se preocupe de pasar los días, intentado buscar culpables de sus frustraciones. Los alumnos no son lo suficientemente inteligentes, ni maduros y por supuesto no trabajan porque son unos vagos, sus padres son incluso peores, no se preocupan por ellos, no los obligan a estudiar y no tienen ni educación, esta gente del pueblo. Los legisladores, no tienen ni idea, cambiando la ley, no se para qué, voy a seguir haciendo lo mismo……no tienen ni idea.
Y nosotros y nuestros alumnos sufrimos a estos profesores en silencio, como se sufren las hemo…; pero me produce una gran satisfacción ver que cada vez hay más profesores se plantea nuevas metodologías, cada vez se forman más y mejor, quieren aprender a evaluar mejor, a enseñar mejor…….. estos esfuerzos no son, en muchos casos, valorados en su justa medida, pero cada vez son más los compañeros que los impulsan…. Y mientras los amargados perpetuos viven en la queja, ellos viven en la esperanza. Tu que has leído esto……¿Dónde quieres vivir?

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