martes, 13 de enero de 2015

Factores socio-culturales asociados a la implantación del bilingüismo educativo, por Jesús Rubio Jiménez

Factores socio-culturales asociados a la implantación del bilingüismo educativo, por Jesús Rubio Jiménez, orientador del IES Arcelacis de Santaella.

En las ciencias sociales hace tiempo que aprendimos a no desatender la influencia que determinados factores socio-políticos ejercen en las opiniones supuestamente asépticas y objetivas de científicos y técnicos (1). En 1929, por ejemplo, los expertos reunidos en la Conferencia de Luxemburgo sobre Bilingüismo en Educación describieron con detalle la nefasta influencia que el bilingüismo ejercía tanto en el desarrollo intelectual de los alumnos como en su capacidad lingüística y sus conocimiento escolares. Se aconsejaba por tanto evitar esta práctica o, a lo sumo, introducirla sólo en edades avanzadas. El psicólogo Miguel Siguan (2) ha llamado la atención sobre el peso que pudo tener en estas opiniones la situación histórica del congreso: un momento en el que los países europeos estaban implicados en el fortalecimiento de un sentimiento nacional basado en parte en la exaltación de las lenguas oficiales. Tras la II Guerra Mundial la cultura nacionalista europea dará paso a una tendencia internacionalista favorecida por la victoria de los aliados y la expansión del capitalismo globalizado. En este contexto, la pedagogía bilingüe va ganando adeptos hasta que hoy en día es considerada una metodología altamente enriquecedora para la educación y para el desarrollo de la persona.
Ni que decir tiene que la tendencia actual, frente a los especialistas del congreso de Luxemburgo, es la de introducir el bilingüismo en las edades más tempranas.
Excepto en las regiones con dos lenguas oficiales, cuando hablamos de bilingüismo educativo no nos referimos al uso de dos idiomas ya conocidos por los alumnos, sino a la coexistencia del idioma nativo con un segundo idioma cuyo aprendizaje y uso queremos fomentar. La mirada socio-cultural que proponemos en este texto describe el aprendizaje de una segunda lengua como algo más que la mera capacidad para comprender y expresarse en otro idioma. Y es que el lenguaje no puede desligarse de su naturaleza social y comunicativa: toda lengua ha sido conformada socialmente, pero además toda lengua es utilizada en sociedad. El niño pequeño se apropia del mundo a la vez que adquiere el lenguaje, y es a través de éste como definirá la realidad. Esto ocurre de varias formas: por un lado, lo que puede ser nombrado existe, mientras que lo que carece de una palabra que lo referencie sólo será percibido como una realidad difusa o problemática; además, el significado "de uso" de las palabras es más amplio que el significado “de diccionario”, pues incluye aspectos como determinadas afinidades semánticas, asociaciones afectivas o connotaciones valorativas; por último, la misma estructura del lenguaje facilita una determinada representación de lo real. En definitiva, toda lengua asume de manera implícita una cierta estructuración de la realidad. Es en este sentido que podemos entender el aprendizaje de un idioma como el aprendizaje de unas nuevas claves culturales, como el acceso a una nueva forma de pensar y entender la realidad. Como dice George Steiner (3), cada idioma es una ventana a un mundo diferente.
Una consecuencia pedagógica de la postura aquí descrita es la necesidad de incorporar la segunda lengua de un modo naturalizado, es decir, inmersa en los contextos y prácticas cotidianas de los aprendices. Aprender y enseñar un idioma es por tanto un fenómeno más complejo de lo que puede parecer. Además del vocabulario, el niño incorporará la morfología/sintaxis del idioma en cuestión y, sobre todo, asumirá su pragmática, esto es, su uso. Sólo de esta manera será posible acceder a las implicaciones culturales y pragmáticas que permiten un aprendizaje significativo de la lengua. La complejidad del hecho lingüístico descrita en estas líneas exige la utilización natural de la lengua en el contexto educativo, y esto sólo es posible con la presencia de docentes cuyo dominio del idioma en cuestión sea máximo. Quizás los programas de bilingüismo deberían entonces concentrar sus esfuerzos en asegurar la presencia de docentes nativos o bilingües en, al menos, los años de introducción del idioma. Creo que en el contexto europeo en el que estamos insertos no sería mala idea promover una bolsa de intercambio de profesores que asegurase la presencia de profesionales nativos en la etapa de infantil y el primer ciclo de primaria. Es esfuerzo merecería la pena.

Notas:
1. A este desenmacaramiento de la objetividad han contribuido significativamente disciplinas como la Historia crítica (y su capacidad para relacionar la Historia con la Sociología), la Antopología Social (y su énfasis en el relativismo) o la Psicología Cultural (implicada en la descripción del origen social y situado de las disposiciones psicológicas).
2. Para éste y otros temas relacionados puede leerse el histórico texto de 1975 "Bilingüismo y personalidad" (Anuario de Psicología, nº 15).
http://www.raco.cat/index.php/AnuarioPsicologia/article/download/59797/96265
3. Esta idea aparece en distintos escritos de George Steiner, tan fervoroso partidario del estudio de las lenguas. Aquí se ha extraído del librito de conversaciones con Cécile Ladjali titulado "Elogio de la transmisión" (Siruela, 2007), donde también nos dice que “toda nueva lengua permite vivir otra vida, lo que es realmente un lujo”.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

muy interesante

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